lunes, 21 de noviembre de 2011

chaparrones

Miríadas de aves negras en lontananza sobre viejas techumbres de fábricas. No se ve al astro rey por ningún lado. Pareciese como si una capa de algodón azul oscuro cubriese el mundo. A veces el vuelo de un pájaro siniestro pasa velozmente cerca de la ventana. Días de miedo, y la verdadera beldad del suspense... ¿Qué decir de ese matiz de intensidad que adoptan los edificios tras la lluvia? Es, a lo menos, un cuento de Guy de maupassant o una película de Hitchcock.
Varios gnomos (si alguien no lo sabe, suelen guardan reliquias y tesoros) me han traído mi pluma mágica. Vinieron por la noche precedidos de dos bayaderas preciosas que danzaban en ondas de ámbar y esmeralda. Creí que el orbe del mundo bailaba al compás mismo de cascadas y linfas de otros universos. Un rayo de Luna llena y ¡zas! Media docena de hadas aladas... El boggart y yo hicimos un trato: él raptaba a una y luego los dos nos divertíamos un rato.
La verdad, nunca me había montado un trío con un boggart y un hada, desde la "duende" yonki. ¡Qué disolutos días aquellos de crápula!
Llueve de nuevo. El cielo es una cartulina infinita de color gris azulado. Relampaguea variablemente. Truena también de manera inconstante. La nitidez que cobra el paisaje después de la lluvia es absoluta.
Chaparrones afuera, en el interior de mi buhardilla mi acuario brilla, y suenan cantautores mientras me tomo el café templado.

El término hada proviene de la palabra latina fata, ésta de fatum, que significa destino.

"Amaos los unos sobre los otros" Woody Allen.

Aroma de áloe despide el incensario como un tul mágico de arco iris que flotase a la vista. El humo de leche cárdena de las esponjas como nubes presas de violáceo, menta verde al fondo, en el límite de los sentidos. Agua de cristal es cada goterón que cae, escurriéndose por las cornisas al canto de los duendes caleidoscópicos. Melodías de traslúcida impresión cuales signos de civilizaciones remotas. Una chamana bien ornamentada me dice:
“Cuando veas un hombre bueno, trata de imitarlo; cuando veas un hombre malo, examínate a ti mismo” Confucio.
Parece que clarea el día en notas del amanecer, después de los chubascos y el negror, vuelve la luz y se hace material la materia.


La mano trémula del atardecer se cierne sobre la tierra mojada, los charcos de las esquivas aceras, gritan en juegos los infantes, alguna película antigua en el salón... Y el gran teatro del mundo continúa entre oboes y redes de efecto pigmalion.
“Contemplar los cuadros de HR Giger es como llevar de cicerone a Caronte” el búho despierto.