Me tiene
vampirizado en una clase de hipnosis amatoria que me hace destilar deseo y más
deseo, plumear poemas por cada poro de mi piel, rezumar vida desde este cascado
corazón sin coraza ya, que no sabe cuándo la verá aunque cada vez falta menos,
y cuanto menos, más ardo yo en carne viva, como mil diablos enloquecidos
retorciéndose de dolor en una quema, ¡Ay, mi amada!, y sin saber nada de la
elegía ella, tan inocente y tan bella, ausente de mis rimas y mis
lamentaciones, de mis sudores, mis pudores... Pronto, muy pronto, estos ojos la
verán y la larga espera habrá valido la pena.
Quiero ser
tu desvalido preferido, la lente de tus Iris, para no dejar de verte, huérfano
de suerte, ¡Ay Ruth, mi cruz!, ¡Ruthopía, mi cara del día!, Sol de todas las
estrellas, si ardes en mí cual damisela más bella, déjate colorear por mis
versos y acuarelas, que tu lindos brillos son mis tiernos guiños y mis dedos sólo
saben hacerte estribillos, ¡Ay Ruth, no sé qué haré cuando te vea!