lunes, 12 de diciembre de 2011

incienso

Anochece pronta la tarde, sólo un cielo azul de aerógrafo he podido ver antes de ir a por incienso. Las calles enmoquetadas de rojo, las estrellas color eléctrico, mujeres perfumadas con decoro y senectud en los puros de los viejos. Compras y paquetes, transeúntes abrigados por el tiempo, y escaparates de toda clase al clamor de mil adornos navideños. Anochece tan pronto el Invierno…
Anticipan lucecillas a granel, árboles más modernos, se diría, y hace su agosto con los gorrillas la policía, según he podido ver.
Menos mal que en mi buhardilla todo es alegría, el tizne oriental del mar se eleva en bruma y volutas concéntricas desde el lustroso incensario. El relicario cerúleo de Lesbos sobre mi mesa de dibujo, junto a las magdalas de algún brujo. Vesta se viste de lujo.
Estoy releyendo, entre muchas obras, a Julio Verne, de fácil prosa y bello temple, además de visionario, y aunque se crea que es para enanos, narra muy bien y como debe.
¡Danzad, bayaderas! que el universo se crea… y se expande hasta todos los rincones con la brisa de las velas. Abre su ojo en cera un salvaje tras el monitor, dibujo infantil que hice de mi abuela en su comedor. Brotan puntitos marfil en el cacto del medio y nacen nuevos, orientadas las plantas del espejo hacia la ventana. Verdes y ámbar, esponja azul luenga y vaga. Flora toda mentolada.
El barrigón parece que se hace de rogar, cuando dos hadas le proponen trabajar. Pero sonríe y ríe con tanta bondad.
Al acuario le falta luz, está tristón, parece que los peces vayan a un entierro, animalillos plañideros.
Me sumerjo en un pequeño tapiz que conservo desde la infancia, y plasma una pagoda dorada, reflejos de puro blanco en el estanque de nenúfares fucsia y argenta, y delante un balcón chinesco, blanco y negro, florido de verdes, amarillos, rojos… y, en un último plano, densas nubes grises desde las que sobresale una montaña violeta coronada de diamante sobre un cielo añil.
Enciendo el plasma. La teleilusión escupiendo premios, regalos, viajes; el atontabobos ofreciendo colecciones, retretes desplegables. Y hasta cruceros a Suiza, nuevo método de la estampita. Los comercios son como los enormes gusanos de Dune a por la especia, en la que todos están implicados.
Prodigiosas hadas revolotean a mi alrededor, fragancias secretas, colores de perlas azules sus alas, benévolas y claras, y el susurro suave del molino de agua. El cobertizo de la cabaña, como títeres del tiempo en pompas tornasoladas. El arpa para acompañar las nanas que canta la madre gnomo a sus hijos. Cálida irisada casa, feliz escondrijo. Largas notas fatuas y el retrato de un gnomo tallado en madera sobre el gran hornillo.
Ya está azul y cárdeno mi acuario, brillante y blanco, con sus miríadas de pececillos arremolinados, verdes, azules, rojos, morados…

                                    (hecho con lápices)