viernes, 2 de diciembre de 2011

Comensales

Vuelve la lluvia y el tiempo de país nórdico. Sobre la húmeda ciudad un velo descolorido de lejía hace de bóveda sin límites. Mandolino se calienta junto a la estufa. El cielo de mármol se torna rosáceo en las cumbres de los vívidos edificios. Nítidos y desnudos. Los amarillos se vuelven ocre, el rojo de las fachadas bermejo pasión. La vegetación, empapada, adquiere toda la gama cromática de verdes en el colegio. Calles de paraguas. Palmeras vivas y casas muy blancas. Se pueden distinguir todos los colores desde el abanico de arco iris que deja la lluvia tras su paso. Hasta las casuchas más pequeñas se tintan de nuevos matices...

Hoy no he prestado mucha atención a la estación orbital de mi lienzo, ni a las criaturas mágicas de mi alcoba, llueve en tromba, el cielo es un chicle masticándose sin cesar de púrpura, hologramas de Kandinsky a toda velocidad, una gata por siete duendes violada, crepuscular y violáceo es ahora el horizonte desde mi ventana.
Arañan las garras de la noche la suave seda del día, esparciendo oscuridad por doquier. Ya nada es diurno aunque quiera serlo. La noche toda cubre el cielo. El día, inevitablemente, ha muerto.
Pestañean ojos de luz en todos lados, no falta algún que otro adorno navideño. Preparándose están los comercios y quienes mueven dinero. En mi buhardilla gobierna la anarquía del librepensador, y no existe el dinero. Nos intercambiamos regalos, los unos con los otros, las elfas con los hados, los espíritus burlones con las putas, los entes con los humanos... Aros concéntricos plateados

Magenta fragancia de labios carmesí en la cara de la luna, sobre terciopelo negro sobrecogedor, yermas calles plenas de charcas, desierto de estrellas, un rótulo de neón reflejándose en el espejo de un charco, eléctrica lluvia, excitada y febril la luna.
Fin de semana, comida familiar, juerga con los amigos, ausencias de compromisos, pasaporte a la isla de las féminas posibles, picaporte de las asequibles, teatro de evasión y victoria del la rutina, mujeres de historias tras la cortina, juegos y diversión de los hombres-niño, vuelos, distorsión y guiños, fin de semana, fin de semana bendito.


Los arrecifes sobre los que descansan hermosas las nereidas rompen el orbe en estallidos cristalinos de cerúleo magnífico, mis ojos espectan cuales retoños, sirenas marinas me mueven hacia sus senos, nadando las sensaciones de un delfín de diamante y marfil, son las náyades en la orilla fieles guardianes de mi buhardilla. Y las ninfas de la Literatura convocan… Y los dioses invocan más muertos en la televisión. La noche se ha revertido muy bruna, azabache desde el tragaluz. En órbita desentona la felpa negra y la maravillosa constelación del Cisne, brillando como una estampa mágica inenarrable. He guardado al boggart en una caja, no creo que me moleste.