lunes, 28 de noviembre de 2011

Augurio

Cielo embotado, simiente de lluvia venidera. ¿Dónde están los hados? Sí veo a las plañideras. Edificios altos a lo lejos. Diminutos gnomos en convalecencia. La mayoría de seres está en exploración en la habitación de mi abuela. Hoy no quisiera escribir las hazañas que mi tintero debiera.
Mi perrito duerme sobre mis libros, en la cabecera. Un hada extraviada, de hermosas líneas féminas, solicita que la lleve en el carruaje de Cenicienta. Todavía no lo he soñado, así pues espera.
Cielo de alabastro que augura tormenta. Cielo plomizo sobre nuestras cabezas. Serafines de lágrimas que aún no llegan. Las luengas antenas se asemejan a Las lanzas, de Velázquez, en lontananza haces.
Onomatopéyicas, cobran vida las cosas; mientras yo espero una fiesta anacreóntica. Así son las glosas.
JuanRamón me gusta, Bécquer me encanta, pero no encuentro una poesía a la carta, una poesía como la mía. Por eso el verso es algo personalísimo. ¡No ladres perrito, que sólo ha sido otro grito! Contemplar a mi perrito durmiendo es escapar al tiempo, ¿para qué poner la tele, para ver más muertos?
Silba el viento en la ventana, aroma de flores plateadas, hoguera de trasgos dando calor, y sigue el día en su encrucijada.
Dos peces rayados de turquesa se cruzan en el acuario, un pequeño ikebana, salamandras chic en la peana del plasma, una foto preciosa de Kyoto, y muchos libros... Bocetos, alguna foto familiar, ambiente recargado y Mandolino (así se llama mi perrito) tumbado en mi cama como un principito. 

El molino de agua desprende notas mágicas, el incensario detalles cálidos, escuálidos vuelven los corceles, de la epopeya en la habitación de mi abuela. ¡Chispas en el cenicero! Los elfos me han traído el libro de Platero. ¡Vivan dos donceles! Que me han traído Demian, de Hermann Hesse. Las hadas flotan en el jardín de las delicias a la espléndida musiquilla de sus primas las nereidas. Ensueños de un bosque mágico...

Cada cosa tiene su belleza, pero no todos pueden verla (Confucio)

Sepias y malvas en lontananza, sombras chinescas, invitaciones a paraísos artificiales, en este bello anochecer todo cabe... Cárdeno y brumoso está ahora el cielo como un algodón de feria, tibio y expectante, efigie seria, a la espera de la lluvia y la tormenta.
Acabando está la jornada, abriéndose el crepúsculo de los dioses, bajando el telón de la luz, encendiéndose los hogares, los espíritus burlones esperando la hora bruja, galeones de esqueletos revividos pugnan en la negrura, oda a las almas perdidas, panegírico a una pléyade, momento dilatado del día, que escapa remoto al circo de la noche y a los fríos tentáculos de la oscuridad.
Hollando la tierra igual que un ogro enorme, invisible e insondable, llega la morfinómana noche.