lunes, 27 de mayo de 2013

Égloga


Como sucinto proemio del día, los haces del Sol han agotado todos los surtidores de pétalos de rosas y rocío, irisaciones impensables arrullando a Mandolino, y en el bosque camaleón refulgente y dorado va el río…
El incienso hoy son aros concéntricos de leche mansa junto al helecho, la magia es Mandolino jugando con los hados, liban satinadas mariposas lilas de sus labios, que esmaltan de cielo claro en forma de trío.
El velero de la vida proyecta una verdadera égloga sobre las bucólicas fuentes de la impresora, que desde la cristalera el Sol dora, para que nazcan todas a una sobre alfombra de jazmín mil palomas. Velero, que buscas faro entre neblina y gaviotas, que sabes de la canción de los delfines las notas y sus destellos al salto son trovas… ¡Ay, velero de la vida!, que ves desgracias y alegrías, y surcas sereno hasta tu postrero moridero. ¡Ay, faro!, que a todos guía, deja tus huellas, aunque sea en alborozo de feria y deleite de viveros de sicómoros y de ninfeas, y ya en la noche colorea el jardín, al margen de la luna el salmo vil, de carruseles magníficos de unicornios alados, azules crines, cuernos níveos y morados…