Mañana,
que bañas tus faldas en agua de Sol, y vistes de gala los edificios en todo su
color, de la ciudad haces tela de araña, mañana, de los amaneceres magnífico crisol.
Los
palmerales se bambolean levemente tras el colegio, trinan los pequeños en el
recreo y, salvo las viejas fábricas, todos los edificios despiden fuego, polvo
de oro cegador, que restalla en una paloma solitaria, igual que una estrella en
pleno día. Mañana, mañana de mediodía, que eres gesto en melodía, y arrumaco de
la gama y el tono, sabor del Todo.
Titila
la esfera de cristal de sal en la estantería, en chispas como de extraños seres
su anatomía, sueño de colores del mediodía, cuando juegan las hadas a la fiesta
de las almohadas, y las criaturas mágicas no esconden sus caras, el bosque
cobra vida y las crines de los corceles tan claras, que nadie negaría que es
media mañana.