Amanece un día más en el Parnaso de los insectos del otro lado de la Creación. Luengas nubes con estrías marcan un dorado de Divinidad en lontananza y el mar refleja la calma de los tempranos corazones de un nuevo lunes. El Sol, con ganas de renacer, deshilacha mediante irisaciones bellísimas e impensables el gran manto sobre cartulina añil en un turquesa ya diurno recién nacido.
Corro a la terraza y ¡cual es mi sorpresa! No se trata del astro rey, la maravilla lumínica de esta mañana es la preciosa sonrisa de Alana.