miércoles, 1 de febrero de 2012

Noveno arte (días atrás)

Un fragmento del adagio de Albinoni me despierta en el salón, ya clarea el día, pitan los coches, los pájaros trinan. Cualquiera diría que el lustroso péndulo del reloj de la pared me hipnotizó durante una noche entera. Hoy toca pintar la buhardilla, repleto de cajas y sillas está el paraninfo y las ninfas… Una salamandra verdinegra chic me enseña réplicas de Sorolla, de Alacreu, de Matisse…

Los peces andan inquietos dibujando torbellinos entre un musgo oro y diamantino. He recibido un regalo tardío de los reyes magos, noveno arte, cómics editados en su formato original japonés, con sentido de lectura de derecha a izquierda, el que estoy leyendo, la plumilla es una perla.

Incienso oriental y perfume de rosas en el balcón, geranios, una vela de canela, aroma de los cuatro vientos, fragmentos de una rosa holográfica carmín y negro, los infantes en el recreo, soñando cuentos en el patio de juegos, como una amalgama de enanitos de todos los colores portando utensilios fosforescentes de más gama, que invitan a la contemplación visual igual que los pececillos del acuario, correteando de un lado a otro, saltando, conjugando colores nuevos en sus choques, destellos rosa y esmeraldinos, chispas azules sobre flora blanca, cárdenos, amarillos, rojo chillón, el carrito de un niño, verdes gemas, otros, rosa chicle, las mochilas, ambarinos, limonados neón, duendecillos gritando libres en el polícromo patio exterior.
Mandolino protesta porque no conoce al pintor, nubecita mansa que se asusta de su sombra, quién diría cómo ladra, cuando entran en mi alcoba.