miércoles, 7 de diciembre de 2011

Escaparate

Vuelta de Delfos, ya me ha bendecido una maga con su varita purpúrea y me ha teñido de versos de fresa caramelos. Al calor del fuego de los elfos, me caliento junto a sus brasas, mientras sorbo el último café de mi taza. Las noches son tan largas…
Y mi presencia mis amigos reclaman, pero el imán de las musas, es cierto, también son la esencia de las llamadas, que brota a su antojo en llamaradas, cuando una tarde morada se dilata. ¡Ay, qué noches tan largas…!
Mi ansia lectora no conoce mínimas, tanto devoro a Sade como a la Biblia. Veo a un vecino que cuenta un chiste, otro maquilla un chisme y un tercero me lo tapa un letrero de Navidad. Noche brava, noche capital.
Mandolino está enfermito, pero los animales se recuperan antes que las personas. En la habitación de mi abuela merodea el boggart, que escapó del maletín con un candil, y rodea ahora, el balcón que da a la escuela.
Adornos navideños por doquiera.
El conocidísimo simbolito del ying y el yang, está extraído del no tan conocido I Ching o Libro de los cambios, debe de ser interesante su lectura. Siguiendo en la línea literaria, Stanislaw Lem, personalmente no me llena, aunque he leído poco de él. Días atrás, lo celebraron en Google, se trata de ciencia-ficción, algo extraña, mezclada con psicología y filosofía.
Tarde abierta como una concha abisal a la penumbra. Tarde de lumbre en mi buhardilla. Hoy he visto un acuario precioso en un escaparate decorado, y he caído inmerso entre sus corales de magia, sus pececillos floridos, el musgo de las rocas… sumergiéndome en todas las estancias de ese laberinto expresivo, igual que en un cuadro de Dalí, donde los relojes blandos conviven con la materia de los sueños y las fantasías eróticas con los transportes místicos. Me viene a la mente La Galatea de las esferas, por su perspectiva y composición, pero el acuario es aún más bello, si cabe, y su escorzo hace llevar la vista al infinito.


El trébol cristalino y frío del alba se ensancha, como la melodía vaporosa de un laúd que pulsara de ángeles la gloria, en mate y magenta ilusoria, coronas de rosas, azules las perlas, orlada de veras la voz de las cosas.
Folclore irlandés entre mis duendes, verdes y picaruelos, labor de las hilanderas que tejen el cielo, la voz de sibilas que encienden mis versos, el temple de los elfos, y celos en el templo de la luna.
Expandida cada gota en una nota musical, y así cientos de ellas, sobre los rostros firmes y bizarros de mis guardianes, ángeles de la guarda y algunos elfos bisoños. Paladines apuestos, hadas con daga, nereidas portando afilados tridentes, mi buhardilla es su casa y defienden lo que tienen.
Brumosa atmósfera y calor de dos trols, ideal para escribir, racimos de rimas, mimosas como mis ninfas, real imaginario de Dios.
La chica de la flor y las medias negras, a esa pretendo, mas creo que es hada de sangre y seda, y el deseo es una esfera que, cuando está borde, en orbe se transforma. Y las vagas sensaciones se conjugan con las constelaciones, enjugando de dudas las estrellas.

Observo las manchas de una enorme luna llena, qué fe por las armonías, qué esplendor de reina, qué hacer irisado de la melodía de los planetas. Un pisapapeles de topacio que mis notas recuerda. Cánticos de poetas. Sueños pasajeros, en estela de Vivaldi. La luna en el cénit con su áurea blusa malva de acuosa y cristalina mirada.
Es el blanco Invierno un manto tierno ahora. Pronta ya la Navidad de color. Época de reconciliación y altar a la familia. Todas las luces encendidas en total policromía. Amarilla luna llena, cual mariposa herida, ojo del cíclope sin miopía, amarillenta luna yerta, agujero mágico del cielo negro, de gasa, luna escasa, ¿por qué miras fijamente a mi casa? Ojo borroso hipnotizante.
Luna entre brumas...