martes, 16 de octubre de 2012

Cena de amigos


Noche de cena con los amigos, brebaje de primavera designios, intercambio de pareceres y de cigarros mentolados, afrutados, racimos de perroflautas por las fuentes, duendes de pantalones colgando, algunas brujas en vaqueros y chupas de cuero, varios magos más bien abrigados…
Al claror digital de la diana, los unos juegan a ser arqueros, se han cambiado el color del pelo los dueños, los otros bailan rock en el Averno, mientras yo charlo con Alberto (que se le antoja vodca rojo en copa).

Gajo de naranja, espejo de luna, que portas fragancias sin dejarte ni una, perfuma tus broches y runas, que hacen de cada fémina una duda. El frescor de la plaza, la respiración profunda de unas gotas de mujer pantera, la hermana gemela de la chica de la flor, y una tercera en versión años treinta de excesivos labios rojos, corre el humo de un amigote, y bajo la luz de la luna da su serenata la escandalosa tuna.

Ya en casa, musiquillas en flor de los cielos noctívagos, a ritmos de saxofón vuelan los murciélagos, una opereta de bermellón escarabajos, flores de coral y aguas de rocío, cristalino y plata el río, esporas refulgentes por sus afluentes, y ya va haciendo menos frío, piernas de hadas escalan los duendes, en sicalíptico desafío. Brillos rojos, como puntitos en los ojos de los quirópteros, llamean en la noche espesa, encarnada y con pocas estrellas, brillan las polillas alrededor de los rótulos de neón, alumbrando a las más bellas damas desde el retrovisor, de ciudad el jardín de un acuario, ingrávido en su interior.