viernes, 16 de diciembre de 2011

Viento

Himnos de violín, sinfonías sin fin, oboes en la noche, plegarias de algún paladín, aloes entre los broches de Marilyn, tintero en flor, pleamar del cielo.
Piedras en la sombra, corceles de la luz, estrellas y alondras, celestes como un tul. Surtidores de flores a ambos lados del pasillo, en los albores de la noche, meciendo los cabellos de su brillo.
Negra noche de bruma, sólo Venus alumbra…
Caperucita azul en la cola, papá Noel verde, como lucía antes de teñirlo la coca-cola. Y la ratita presumida en mi buhardilla, paseando la escoba en la alcoba.
El búho despierta, el reloj de cuco marca la aurora, calles desiertas de horas solas. Pero mis peluches pelean con purpurina, los gnomos atesoran, las hadas me miman…
Una orquídea de cristal de agua abre el telón grana, pasarela dorada de ninfas y hadas, de gala mojadas y plenas alas. Turquesa, a la sazón, se agranda… y explota en millones de gemas, para ser policromía eterna.
Tras la fusión de infinitos, una fisión de limbos desgrana rosas de perlas, conchas, adelfas… y la buhardilla vuelve a rezumar aromas de cotidianidad, hermandad de elfas.

Sopla Eolo con fuerza en la tarde tersa, brumosa al cénit, suena música celta lejana y débil. Silba el viento, golpeando las ventanas, a las que asoman vaporosas hadas. Varias elfas de la noche galopan en corcel puca por los rincones, escapando gráciles de los dragones. Estelas de platino, humo blanquecino, son los gnomos forjando su destino. El molinillo de agua vierte oro de destellos, cascadas de plata, ogros a lo lejos con los paladines en cruenta batalla. Paisajes del florido pasillo, escenas de rosas grana. Reloj de cuco, graciosas ardillas, velan las sibilas mis libros en el interior de mi buhardilla.
Despliega la noche sus alas moradas, delta de Venus, que nunca se apaga. Como la vela del farolillo, que entre espejos de esmeralda baila. Guirnaldas azulan la verde estampa. Diadema de perlas sobre el escritorio, junto a mi pluma, ingrávidas, cientos de gemas…