sábado, 31 de diciembre de 2011

Nochevieja

Blues y jazz a la par deleitan mis sentidos, alborozo y calor en mi nido, regocijo en las notas de sus hijos, guitarras buenas, música en las venas, de la mañana prodigios y sangre nueva, ya viene al calor Mandolino y una elfa, mi tía abuela, el boggart sobre hermoso corcel vuela, y de las aves divino trino en ecos me llega, preparativos para la Nochevieja, compras y tiendas, el boggart, todas a una, en vez de uvas come gominolas. Mañana soleada en olas, deseos en oleada, mi abuela gnoma y versos de hadas, esmeraldas de gemas en la alcoba y zafiros en sus alas, plata de adornos en la entrada, leche y miel bajo el dintel, tomo el tazón de café mientras espero la madrugada.
Diástole del sentir, como un nuevo big-bang que lo pasado deja atrás, idas y venidas, de aquí para allá, ni siquiera las ninfas me dejan descansar, la pluma plena de pura navidad.
La última noche del año, familia, con mis amigos, y siempre agregados, noche de borrachos y casquivanas, duendes, hados y hadas, víspera de las campanadas, ropa interior roja, algunas sin bragas, nochevieja esplendorosa, al menos ponte tanga, que se trasluce tu concha, y encima estás depilada. Me rasuro la barba, sea consejo de las sibilas, o si acaso alguna caiga. La llama en el farolillo baila. La flor de luz que no decaiga. Brotan los brillos del árbol de navidad como guiños planetarios de luminaria estelar.
Turrón y golosinas, marisco y cordero, cual si fuese Mesalina, todos se fijan en el relojero. Buen tiempo en esta ciudad, sólo algo de frío, con papá Noel ya me río, Nochevieja de fraternidad.
Fuegos artificiales en las ciudades, champán en las copas, fragantes trajes y llenas las bocas, felicitaciones, resoplar de dragones, cuento que evocas en tus acciones, Nochevieja, por todos los rincones.

Ciudades

El secreto dorado del sol en invierno, la era del dragón rubí, amontonadas mis notas bajo el pisapapeles de Dalí, ensueños de volar en grifo sobre Dubai, ¿Dónde vais?, deleito mi sentido fugaz mientras contemplo las islas palmeral, fascinantes construcciones futuristas que se alzan sobre las nubes, ¿dónde vais, adonde acudes?, sueño volar en grifo sobre Dubai y contemplar de noche sus luces. Maravilla del hombre, ciudad angelical, debería tener otro nombre: Ven si quieres soñar… Paraíso artificial como Nueva York pero mejor, más altivo, hasta Tokio me he ido, cielo precioso en la noche del Edén, pero Dubai en vez de flora, es un vergel, puentes colgantes de Babilonia, maravilla del mundo, inexistente si no recuerdo mal, pero Dubai, ¡ay, vergel artificial!

Jardines de delicias y delectación visual, paladines a mi vista en algún ritual, pantera negra de la noche el día al declinar, viejas gnomas, broche de oscuridad, lumbre en el hogar, el boggart anda suelto para variar, costumbre que no he resuelto, tal el juego que me da.
Angkor, ciudad fabulosa en la jungla, de verdeoro mis ojos alumbra, la maravilla floral de Semíramis, verdura que emboba de magia y encanto, y el MachuPichu, refugio de las hijas del sol y el Parnaso de mi canto.
¡Felices fiestas y próspero año!


viernes, 30 de diciembre de 2011

Dubai

Bandadas de gaviotas y pesqueros, veleros y barcas de entretenimiento, añil el mar, claro el cielo, aviones azules sobre las nubes de una ciudad plena de rascacielos, paraíso artificial de cemento, cristal y hierro, Dubai tridimensional proyectado, osito de peluche a su lado, buda, el sabio, tallado en madera de nogal, Humpty Dumpty me ha hecho el café en mi hogar… El cobertizo esplendoroso de sol, irradiando calor el radiador, de no ser por el frío real, se diría que es un día primaveral.
El ígneo astro desprende fotones por doquier, sobre la alfombra del verde somier, sobre mi cuadro lésbico, más libros en el anaquel, pero si él no se queja yo no protesto. Sorbo tranquilo el café mientras pienso en otro verso.  Mandolino duerme su balada de platino, de mi gnoma abuela ya oigo el trino, ruido de vajilla en la cocina, esferas doradas en el pasillo, fragancia de azahar en mi buhardilla. Momento del sentir y de la rima, ¡venga paladín, que sabes esgrima! Y me mira… mientras gana. Aplaudole yo y tres hadas, desde la hoguera, tres brujas, una coja, otra bisoja y otra desdentada, caminan los libros hacia mi tacto, traídos por sibilas, que salen entre los cactos, dragones y encapuchados pugnan en las esquinas, rubí explosiones de fuego fatuo y alas de plata divinas, caen tréboles y malvas en las florestas, ingrávidas pompas plenas de nenúfares y ninfas, vagarosas divas espectan… En reunión, cuales cariátides en el Erecteión.

jueves, 29 de diciembre de 2011

El boggart

Mañana silenciosa, del turrón y de las sobras, perfil del día su obra, marfil que azula el cielo, gualdas las casas tras el colegio, magenta y graffitis a lo lejos, calor del sol, flores de invernadero. Mandolino en brazos de Morfeo.
Incienso de olas de mar, fragante aroma de tulipán, enciende la estufa una bruja sin aires de mal, prendo yo el farolillo que a mi buhardilla la estrella da, azul claro vidría el acuario, pleno de arrecifes cárdenos, mientras me guiña el ojo un naranja pez rayado. El broche de oro de papá Noel, sus cintas y su gorro, todo él con tanta esplendidez… Detalles infantiles, cerdito rosa de peluche, junto a felicitaciones literarias, una postal de la ciudad de Shangai en 3d, me hago el café, todos duermen, es hora de soñar, las liras de las musas templadas, mi pluma preferida a volar. Los ogros, los duendes, las hadas a por un peluche van, deliran en oleadas, y es que es el mismo boggart al que pretenden cazar. Dejadle –exclamo- que se ha portado bien un pelín. Me ha dejado un libro de Anais Nin.
Estando a solas con él, veo que ha cambiado, ya no lleva taparrabos, practica el nudismo y el anarquismo, el tantra y el mantra, -hablame de una estrella nova- le digo. Y me contesta: Veronica Zemanova.



miércoles, 28 de diciembre de 2011

En familia

Exprimiendo la navidad cual infante que no quiere dormir, más dulces que aún están por servir, deseos soñados de hados apresados, magnificencia de sol y algodones irisados, sueños que están por venir, laureados, cincel, de la vida modelado, arco del devenir…
Mandolino duerme acurrucado junto al fuego, nubecita sobre la colcha turquesa, ojitos tiernos de flor de fresa, regalo de quien quiera visitar una perrera, al calor en duermevela, vienen las elfas guerreras, saluda el gordinflón, hoy traen libros y perlas desde el mismo corazón, el libro precioso, las perlas orladas de gemas, ataviadas de rubíes y plata las damas, collares de esmeraldas y zafiro los niños, almas de puro oro su brillo, que iguala hoy el día en su potente amarillo.
Desayuno frío, haces de luz en ámbar hilos, soñará que es un tigre el pequeño Mandolino, rodeado de rosas rojas y aroma de lirios, exaltación de los sentidos, relámpago en vena, enciendo la vela del farol, que flamea cual acuarela en su fulgor, para dar la bienvenida a más amigos y familia.

martes, 27 de diciembre de 2011

jazz

Me enjugo los ojos de navidad entera, jazz del bueno, el que no se aprende en escuelas, deleito mis sentidos mientras dos gnomas risueñas me sirven el café, que bebo tranquilo al calor de la estufa, como un acto de fe o el ritual de una bruja, pasión de luces fucsia bajo el añoso reloj de pared, Venus en la aurora, notas preciosas de saxo y búsquedas en Internet, Zeus goza ahora, acústica azulina de pétalo de vidrio caída, dúctil sentida de difícil entender, farolillo en duermevela que iluminas mis ideas, caracolean mansos los peces del bien y van desnudas las nereidas, saltando mariposas carne de flor en flor… Voz femenina, alba musical, adelfas diamantinas, aurora boreal.
Luna escarlata de otro lugar, reflejas tu gracia en mi cristal, y la purpurina de oro de los regalos es el tesoro de tantos hados… Irradiando la potente luz de mil espejos dorados. Tridimensionales paladines engalanados. Algunos duendes acicalados con grandes medallones, goblins en una hoguera, puentes fuertes, sabañones, ¡qué calor en mi madriguera!
En estos momentos estoy releyendo a Julio Verne, de prosa sencilla, que no simple, de leer. También leo a Tagore, filosóficamente más profundo. Como escritor y lector de ciencia-ficción, no puedo criticar a Stanislaw Lem, pero a título personal, me quedo antes con Isaac Asimov. En cualquier caso, ya sabéis que mi inclinación es el ciberpunk (W. Gibson, B. Sterling, etc), aparte de éstos, el genial Philip K. Dick (cuantísimas pelis buenas están basadas en obras de él) también me gusta.

lunes, 26 de diciembre de 2011

Ofrendas

Amanecer celeste añil y puntitos ámbar, perfil de manta tersa, mano negra de tahúr persa, la noche corre sus velos, espumoso azul el cielo inmenso. Estrellas de peces mansos en el acuario, enjambres de libélulas escarlata dibujando la espiral de la ciudad, que ya es acuarela dorada. Sonrosadas nubes efímeras, hilos de plata, venas del día que avanza, palmerales de oasis, el colegio, detrás las fábricas, un ave grácil en lontananza…
Algodones rosa sobre amatista, rojas pasiones de artista.
Después de las ofrendas a Merlín y a Delfos, despierto del mundo onírico bajo mi cuadro en honor a Lesbos, Laura y su prima en la playa, desnudas de espaldas contra las olas y la espuma, rolliza la una, culona la otra, haciendo travesuras.
En el anaquel la flora de Poe, política en la telebasura, el farolillo que llamea sobre un libro de Defoe, de mis cactus su verdura, fragancias de aloe…
Incienso de trasgos y pienso en los trastos, la caja chinesca con mis juegos de ingenio, sorbo con fe el café a tragos, cantautores al calor del frío invierno.


sábado, 24 de diciembre de 2011

nochebuena

Noche de juerga con la hermandad de mis amigos, extrañas nostalgias a la infancia, nuevas metas, dos más entre mis íntimos, vuelan cometas, cena de navidad en el bar de la esquina, también las amigas. Escenas caricaturescas, dialéctica ingeniosa, círculo de sonrisas picarescas, ¡ay, baraja genética de la vida que a los seres hilas! Cada persona es un mundo, y todas están en la constelación misma.
Arañando el tiempo hacia la nochebuena, en familia, cordero asado es mi delicia, mi gnoma abuela, mi tía elfa, villancicos, panderetas, nochebuena, ¡felices fiestas!

jueves, 22 de diciembre de 2011

Nereida

Siesta del sentir interior, noche de azabache en el albor, fiesta de elixires licor, cachivaches en el balcón. Humo de orfeón blanco despide el incensario, arrecifes de coral en el acuario, azul claro, verde, gualda, encarnado pez araña, burbujas diamantinas, amarillo a rayas como golosinas…

Arpas solas entonan himnos de epopeya, arpas rosas de vuelo de mariposas, instrumentos de las diosas, sinfonía bella de las albas preciosas. Danzas de tambores, armonías étnicas en las baldosas. Marchan los paladines a por otro libro con criaturas maravillosas, enormes y níveos osos, gigantes babosas, verdes mezclas de tigres y panteras, ojos del paraje azulino y madera, lagos cristalinos, a la habitación de mi abuela.
Vuelvo de la cocina por miel y, por las barbas de papá Noel, me encuentro una nereida recostada en mi cama, desnuda, ojos verdes, bella dama, doy un traspiés y es un holograma.
Danme las ganas mientras urden la trama. Corceles aderezados de pura gala, vírgenes hadas azules a la orilla de mi cama, bella rima de piano de playa, turquesa fosfóricos los ojos, pupilas ávidas, espero su regreso a la buhardilla con mi libro de Alicia en el país de las maravillas. Y en mi festejo, el de Alicia a través del espejo.
Acto de fe en el Parnaso, sorbo café de Merlín, antes del siguiente ocaso, las doradas estelas del delfín…
Vasta nocturnidad umbría de ambarinas bujías, callejas frías, herejes y danzarinas, jadeos, sudor y neón en vías infinitas… Luna impía, ¿dónde estás?, firmamento estelar.
Enciendo el farol y brotan tréboles magenta de color, como la pez la ciudad, hilos de incienso el olor, afuera obra la oscuridad. Pero en el interior, picantes hadas vuelan solas y magas, entre la colcha de algas, esmeraldas nalgas, perlas de pechos, libélulas grana, verdeoro atrezo.
El eje de las sibilas tras las cortinas enhebra mudo en hilo de cobre el orbe del mundo.

martes, 20 de diciembre de 2011

Rock and roll

Nimbos luengos del atardecer, espuma rosa y ámbar, brillante estampa del cielo del proceder, lontananza fosfórica y cárdena, que en línea añil se ve, tarde en noche de lana, celeste piel, peluche grana, inmenso ser. Crepúsculo de los dioses que siempre ha de volver. En velos morados y negros esta vez, denso como el café.
Parto hacia el Machu Pichu en mi deseo de querer, poblado de bellas ninfas que me reciben al ver, ensoñación del devenir, sé que algún día se ha de cumplir. Citas con princesitas, trueques con trasgos, horarios de llama de dragón en vena, ardiente poeta, dientes y velas, festividades en el calendario, prisas, de un duende tengo visita…
Mandolino al calor del fuego, avisando cuando llaman luego, enciendo el incienso de un druida que me he encontrado en la cocina. Mi abuela prende la llama del farolillo… Las calles son un trasiego de gentes, luces, bolsas, cajas de regalos, y mi buhardilla se abre cual abanico irisado. Destellan los dorados y el rojo de papá Noel al ritmo de su carcajada, bordados de rubí y oro sobre su barriga, de dicha henchida y rodeado de amatista hadas. Y cristalizan crisantemos de diamante y gemas alrededor de la caldera. Danzan las bayaderas junto a los gnomos. En cabriolas los sátiros frente a los chopos. Nenúfares blancos en el estanque, que azula la luz del acuario.
Casquivanas hadas tienden guirnaldas con el boggart, vaya tío, en mi ausencia se ha montado un trío, y vaya si sabe, me ha dicho: Ayer me lo hice con las brujas de Salem. No debí dejarle mis libros de Sade.
Insombres adelfas de anacreónticas fiestas se esperan…

¡Vaya! Tiene razón el tarot, hoy sólo quiero escuchar rock and roll…
Violonchelos y francés, ojos de gata, minifalda fresa, corsé de negro y plata, lasciva mirada, saxo, vello a flor de piel, terciopelo añil, mujer de rojo ante mis ojos, acústico y francés de mis antojos, princesa de madrugada, cantando a coro las hadas, melodías de la noche bien entrada…
Espejos amarillos y tonos blancos en la buhardilla, retratos, ribetes verdes, limonados, ambarinos… Gata en piel de tigresa en el plasma, irisando la estancia. Ojos de luna en el rock and roll de la noche.
Celda esfera de luna, clara perla, incienso tul de aromas de Estambul…

lunes, 19 de diciembre de 2011

Oboes en la noche

El incienso de oriente recorre una hilera de libros, el oro es la llama del farolillo entre los adornos, y la mirra en el Belén minimalista del comedor a la vista.
Mandolino al calor del radiador, sobre la cama, viendo la televisión. Junto a la estufa, tomo el café de la hora bruja. La noche es negra y el humo blanco, reinan las flores que yo destaco. Brillo de plata de peluches lagartos. Duendes vivientes desperezando al crepúsculo casi morado. Desde imágenes mil, me miran los peces del acuario. Hadas turquesa revoloteando, pixies traviesos entre los cactos, el molinillo de agua junto al lago, el cobertizo, medio cuadro…
Nido de sierpes blancas bajo el escritorio, tintero lleno, laúdes en el promontorio, pulsad la lira, que mi mente delira. Ay, ya salen las ninfas…
Y mi abuela, que es gnoma, hace difíciles cuentas sin calculadora. Venus en la aurora…
Alfombra mis pies un césped color mesa de billar, irradia calor la caldera de una bruja, pócimas y esencias de titán, olores de versos que empujan. Sonrosado y mofletudo el papá Noel tridimensional, caleidoscopio de neón es la gran ciudad. Algunos periféricos por arreglar. Y mi bloc de notas, que adonde voy él va… Ahora recuerdo un cuento de Guy de Maupassant, y el escribir me recuerda las cartas desde mi celda.
Una nota en negro sobre rosa, tienda de cómics, tierra de trols y ogras, embrión de la imaginación, noveno arte, vidría la llama en el farol como un estandarte.
Doble oráculo de Delfos esta semana, en viaje de delfín, debo ver a Merlín, en peregrinación cual un samana.
Pleamar de cielo, del alba lucero, constelación de acacias, musas de la gracia… Flores de bien, que han de volver. Surtidores de colores sobre mi tablero de dibujo, arte bella, me reclama una doncella… con nombre de brujo. Las escrupulosas sibilas separan mis libros y los clasifican. Los gnomos duermen, ya es tarde. Sólo el gordinflón me saluda muy amigable. Coleópteros azules vibrantes, anaranjados helicópteros naturales. Libélulas de alas violáceas sobre el estanque de nenúfares. Violines, música, granate… Oboes en la noche, sinfonías de diamante. Arpas de láser. Corazones de rosas claras. Mozart, Jarre…

domingo, 18 de diciembre de 2011

Víspera

Aire muy frío en el tuétano de los huesos, médula contraída, corriente húmeda del mediterráneo en el invierno. Vísperas de navidad, decoración en millares de cada local. Cena de amigos en hermandad, perfume de fruta, tabaco de liar… Conversaciones púrpuras y medias donde mirar. Senos turgentes en el ambiente más intelectual y tribus de perroflautas bajo el dintel de algún portal, glorietas, parques y plazas al ritmo del vendaval. Pub de jóvenes que se sienten soñar, garitos con luces inundando la ciudad.
Espejo multicolor de noche boreal, la ley de no poder fumar. Tomo un refresco con mi amigo Alberto, él gusta de un rojo vodca en copa, mientras escudriñamos los detalles que vienen en tropel sobre nosotros. Se diría que estamos entre los mayores del local. Lozanas chicas y mujeres de dicha transitan, enciendo la vela rubí sobre el mármol de nuestra mesa. Alberto y yo nos acomodamos en el butacón, mientras el resto juega a los dardos bajo un frondoso árbol navideño. Ganan, pierden; pierden, ganan; y siempre igual. Una serpiente verdiazul recorre el sillón por detrás de ambos, cuelgan esferas de varios colores y tamaños, igual que una pequeña constelación artificial, hay una máquina tan nueva que no sabemos ni cómo funciona, salen del baño dos féminas, cruza un ángel… Un ángel tenaz con su fe puesta en Adán. Pero hay muchos donceles y no tanto afán. Contemplo un trasero descomunal. Por entre semejante madreselva me encuentro sobre agua y pétalos de cristal. Destellan los dígitos de la máquina de dardos, juegan otros al billar, un visillo tornasolado que deslumbra sólo al mirar, y justo al centro del local, una estrella sobre el bendito árbol de navidad.
Parece que la noria de las emociones despierta en navidades, el cariño, las postales… el ser bondadoso con el prójimo, que debería ser siempre; la navidad da alas a los niños soñadores, mariposas y libélulas de vidrio de colores. Y, aunque sólo sea más que un espejismo, la navidad es de los sentidos un bello paroxismo.
 

sábado, 17 de diciembre de 2011

Mandolino

Mandolino me despierta en la tarde densa, cansado ya de la siesta. Mundo de mundos, con su presencia. Blanco dorado de sol es su mirada tierna. Alimento las notas cárdenas del acuario con un tarareo, y Lesbos, desde el cuadro, me besa. Nada de tele cuando hay nata y fresa.
Ni sol, ni luna ni estrellas me interesan, sólo su esencia, albor, bruma, estelas, el todo hecho cristal de agua de fresa, la luna como ninguna con su omnipresencia, y el sol, cuando lo veo, cómo diría, es Dios hecho poesía.
Cristal líquido de menta, noche persa, vergeles, vírgenes tras biombos violáceos transparentes, danzas de oriente, paroxismo de los sentidos, diamantes de la mente.
Retozo de hadas azulinas, morada mía, de serpentina ninfas y ondas de estanque en el mármol rosa, nereidas nadando desnudas, bajo árboles de mariposas perdidas que se esconden tras las dunas. Alas de puro zafiro, medias de metal pulido, carmín eléctrico a la luz de la luna que las escucha… Paladín herido por Cupido, amante mente hacia el infinito.
Ballet de hadas ámbar, pistilos de néctar dulce y cristalino, pétalos de iris al rocío en abanico. Licor de dioses entre el lino. Ojos de almendra, Mandolino, delicado y fino.
Arrecifes de coral, canto de cisnes, aroma de oriente, ponientes formas perfumando las lides, fragantes olas de sur, bienolientes, norte como un tul, de esencias hasta el oeste. Fragmentos holográficos de la rosa de los vientos.

Silencio de sepulcro abierto y maullar de gatos, gasa violada cubriendo el cielo yermo, satélites dentro de aros, noche eterna de los bichos raros… El fosfórico pez del acuario, figura de bronce, memoria de algún antepasado, vuela y caracolea templando suavemente las liras de su legado. Abocado a la fantasía sueña burbujas de un día, pompas plenas de acacias, vidrieras líquidas…

Estrellas naranjas, puntitos brillantes como rubíes en petróleo, fosforescentes y lejanos, pétalos fucsia ante los albores de un cielo azulado, mar de cielo en óleo. Miríadas de aves grises argentan el firmamento. Platean ventanas a más claror, y en lontananza, la media yema del sol, irradiando color por doquier, haciendo de la materia su poder ver, y en órbita a la Tierra un nuevo amanecer.
Una gaviota dibuja vetas blancas en el mármol del cielo, presurosa y esbelta a la vez, pasa de nuevo, nimbos luengos se ven, más pajarillos sobrevuelan en tropel, dentro de un limbo como un pez, claros y etéreos estanques de la niñez, a lomos de un kelpie corcel… Vuelo con ellos también.

viernes, 16 de diciembre de 2011

Viento

Himnos de violín, sinfonías sin fin, oboes en la noche, plegarias de algún paladín, aloes entre los broches de Marilyn, tintero en flor, pleamar del cielo.
Piedras en la sombra, corceles de la luz, estrellas y alondras, celestes como un tul. Surtidores de flores a ambos lados del pasillo, en los albores de la noche, meciendo los cabellos de su brillo.
Negra noche de bruma, sólo Venus alumbra…
Caperucita azul en la cola, papá Noel verde, como lucía antes de teñirlo la coca-cola. Y la ratita presumida en mi buhardilla, paseando la escoba en la alcoba.
El búho despierta, el reloj de cuco marca la aurora, calles desiertas de horas solas. Pero mis peluches pelean con purpurina, los gnomos atesoran, las hadas me miman…
Una orquídea de cristal de agua abre el telón grana, pasarela dorada de ninfas y hadas, de gala mojadas y plenas alas. Turquesa, a la sazón, se agranda… y explota en millones de gemas, para ser policromía eterna.
Tras la fusión de infinitos, una fisión de limbos desgrana rosas de perlas, conchas, adelfas… y la buhardilla vuelve a rezumar aromas de cotidianidad, hermandad de elfas.

Sopla Eolo con fuerza en la tarde tersa, brumosa al cénit, suena música celta lejana y débil. Silba el viento, golpeando las ventanas, a las que asoman vaporosas hadas. Varias elfas de la noche galopan en corcel puca por los rincones, escapando gráciles de los dragones. Estelas de platino, humo blanquecino, son los gnomos forjando su destino. El molinillo de agua vierte oro de destellos, cascadas de plata, ogros a lo lejos con los paladines en cruenta batalla. Paisajes del florido pasillo, escenas de rosas grana. Reloj de cuco, graciosas ardillas, velan las sibilas mis libros en el interior de mi buhardilla.
Despliega la noche sus alas moradas, delta de Venus, que nunca se apaga. Como la vela del farolillo, que entre espejos de esmeralda baila. Guirnaldas azulan la verde estampa. Diadema de perlas sobre el escritorio, junto a mi pluma, ingrávidas, cientos de gemas…

jueves, 15 de diciembre de 2011

alba

Ya clarea lánguidamente el alba en recién añil y escamas de oro. Se despereza el día con su azul melodía, más puntitos de ámbar… Está naciendo el sol.
Despierto en duermevela, contemplo el pulido témpano infinito, nenúfares de vidrio de agua y techo de cielo, cascadas de malvas del firmamento, cintas de hadas zafiro en filamentos…
Edificios de todos tonos: castaños, pardos, rojizos… y al fondo, verdes, granates y blancos relucientes… más cerca, ocres y amarillos, formando un conjunto, un todo, una ciudad.
Luengas nubes rosas en el horizonte como espuma divina, un ave cruza la ventana; a lo lejos, pasa una bandada, dividida entre el verso y la rima.
Al calor de la estufa vienen dos elfos, intercambiamos tabaco y aspectos, monedas e incienso.
Un manto dorado cubre las cumbres de las edificaciones, viento del sol, alimento de los dioses…
Oblicuamente, los rayos mil reflejan en mi farolillo, aumentando su potencia. Los adornos navideños cuelgan a ambos lados, y debajo, el acuario en flor, con su preciosa vida submarina. Mariposas celestes revolotean a mi alrededor, mientras caen y suben pompas diamantinas. El cielo es mármol puro, el incienso canela y miel, hebras de plata en el suelo, señales de un kelpie corcel. Saluda papá Noel desde la torre, junto al estanque de la impresora, lago florido de cisnes, nereidas sin chismes ni aureolas, desnudas, de mi buhardilla en los confines ahora.
Aún se ve la luna escondida en azul, entre nimbos de marfil, benditos astros sin fin.

Ya en la tarde noche, mi pluma vuela sola, como llevada por las suaves manos de las musas, de carne rosas, blancas y venosas otras muchas.
Esencia perenne del arte, hablo con una maestra pintora, artista de las artistas, amiga y alegre cantora, Mª Carmen, mi tutora preferida. –guiño-
Fluye el agua mágica del acuario mientras la telebasura lanza noticias económicas. Un tul violáceo trasluce la luna llena. Hadas en tanga por la moqueta. Obrando elevados, Venus habla…
Mandolino duerme al calorcito del almohadón, él es blanco y pequeño como una nube de algodón, tan en su mundo insondable de ternura… Y mi abuela, que es gnoma, hilando hebras de la aurora, bálsamos del bien, crisálidas por cien, fragmento de adelfa que el sol dora.
Al nadir ahora, la luna deslumbra, los dioses estampan un terciopelo morado en el cielo, las olas son nimbos añil, el viento sopla…

miércoles, 14 de diciembre de 2011

Averno

Amanecer anaranjado de nubes rosadas y cielo claro, manso, mármol de vetas de plata, luengos trazados, blanco marfil, azul cielo claro.
Edificios marrones, ocre, granate y sepia… de toldos verdes y espejos por ojos, reflejando la luz del sol. También, casitas blancas destacando su viveza celestial y matinal. Mientras arroja fotones indiscriminadamente el astro rey por doquier. Verde oliva una puerta, barnizadas de oro las palmeras, eterno amanecer.

De vuelta del Parnaso, pasé por el averno, donde conozco a unos duendes buenos. Con mis amigos, en la terraza, hablamos de esto y aquello, mientras dos morenazas nos erizaban el vello. Unas tapas, un refresco, chicas guapas y aire fresco. Luego, ya dentro, partida a la diana y al futbolín, bufandas de lana y otros parchís. Risas y carcajadas con nuestro amigo Juan Luis. Ya de vuelta a mi nido, seguía el perfume de fémina cual cometa perdido, inundado de mil fragancias por las tiendas desprendido.
Estrellas de luces colorido, humanos dentro de abrigos, junto a bellas mujeres me arrimo para seguir mi camino.
Hoy me ha limpiado la alcoba el rumano, ha cambiado de sitio el cetro de caoba, pero tiene buena mano. Todo está limpio y aseado, con mis cosas al antojo que yo he dejado.
La estufa enciendo al recibimiento de Mandolino, que me colma a besos, calor contra el frío. La cara de papá Noel bajo el tazón de café y en el acuario, tornasolado, un remolino. Amarillo a rayas, blanco perla, azul de vidrio…
Cantan cánticos las sirenas junto al molinillo, aroma de adelfas tras el visillo, esencias de incienso de cien destinos. Hoy he hecho la siesta de la lechuza, es como la del borrego pero antes de la hora bruja.
Hadas y pixies se mezclan por mis almohadas, sacan brillo los elfos a sus espadas, y siguen en corro los gnomos a las paladines más bellas y bravas. Tinta azul en cascada transformada en rosa escarlata, jazmín y lirios de plata, verdeoro jardín se plasma, de cristalinas y malvas aguas.
Himnos de humo rosado, al compás del incensario, hilos de humo blanco, sibilas ornamentadas en lo alto, adornando de purpurina y fresa un retrato.

martes, 13 de diciembre de 2011

La tercera ola

En cuanto despierto, llama Mandolino tiernamente a mi puerta, le dejo pasar que se caliente junto a la caldera. Y la tarde cristaliza en noche venidera. Me preparo el café de las tierras de mis elfas, mientras cubre el cielo una estampa violeta y negra.
Escucho las liras de las diosas en serena armonía de los planetas, desde Orión a la constelación del Cisne, en equilibrio universal de la naturaleza. Tejiendo las nubes que tapan la luna las hilanderas… Un abanico de luces afuera, cada ventanita de un color: ámbar, amarillo, verde, magenta… Y en la cocina una gnoma buena, mi abuela, que prepara pócimas de rosas y se esmera.
De nuevo, la tarde es noche, el cielo de mármol azul y dorado se ha transformado en manto añil y ennegrecido de terciopelo. Cual umbrío firmamento.
Enciendo el incienso, que hoy trae aromas de canela y humo escarlata, veo ya algunas hadas, en corros volando, dibujando circunferencias y elipses imposibles, detrás van apuestos los paladines. Un druida deshace hechizos malignos y cantan a coro los delfines, acompasando el suave cántico de las sirenas, otras tantas sibilas salvaguardan mis libros del boggart, que anda suelto haciendo travesuras por la florida alfombra.
Embelesa la musiquilla de las adelfas bajo el reloj de cuco, las ninfas y las nereidas a lomos de corceles de cristal turquesa, luchan en cruentas batallas contra los brujos. La magia les acompaña, son seres de oro puro.
Cerezas rojas, manzanitas grana, uvas en racimos de plata… Y fucsia, y amarillo y verdeoro es el árbol de navidad, que irradia haces como gemas caleidoscópicas.
Me da fuego el barbudo, y me fijo en sus ojos filántropos, islas paradisíacas del pacífico, ¡qué belleza!
Tomo tinta y enciendo del farolillo la vela. Mandolino en el regazo de mi abuela. Afable escena.
Mariposas de diamante azulan el marco de mis cuadros, revoloteo a su través, de otro mundo saltan vivos ciempiés, de color rosa y lila, aérea purpurina destilan. Y el pisapapeles de alabastro junto a mis trastos. Una montaña de videojuegos para pasar el rato, y en un rincón otra hoguera hecha por trasgos. No falta calorcilla en mi buhardilla.
Me estoy releyendo La tercera ola, de Alvin Toffler, autor de El shock del futuro. Ya lo leí cuando estudiaba equivocadamente Económicas (antes de Psicología) y la verdad es que está muy bien, se hace ameno y es muy visionario.
El acuario luce su marfil blanco sobre el musgo alfombrado, un pez encarnado, dos pequeñitos amarillos, qué contraste el pigmentado de negro en sus brillos, baila la llama dentro del farolillo, cantan las ninfas en un tono tibio, vuelven las musas de sus delirios…
El boggart me ha dicho: En Delfos podrás conseguir, libros de Anais Nin. Mañana, casualmente, tengo visita al Parnaso. Y, de ahí a Delfos, hay un paso.
Hoy, especialmente, quiero dar las gracias a tod@s los que me leen, espero sigáis disfrutando y vuestros comentarios.

lunes, 12 de diciembre de 2011

incienso

Anochece pronta la tarde, sólo un cielo azul de aerógrafo he podido ver antes de ir a por incienso. Las calles enmoquetadas de rojo, las estrellas color eléctrico, mujeres perfumadas con decoro y senectud en los puros de los viejos. Compras y paquetes, transeúntes abrigados por el tiempo, y escaparates de toda clase al clamor de mil adornos navideños. Anochece tan pronto el Invierno…
Anticipan lucecillas a granel, árboles más modernos, se diría, y hace su agosto con los gorrillas la policía, según he podido ver.
Menos mal que en mi buhardilla todo es alegría, el tizne oriental del mar se eleva en bruma y volutas concéntricas desde el lustroso incensario. El relicario cerúleo de Lesbos sobre mi mesa de dibujo, junto a las magdalas de algún brujo. Vesta se viste de lujo.
Estoy releyendo, entre muchas obras, a Julio Verne, de fácil prosa y bello temple, además de visionario, y aunque se crea que es para enanos, narra muy bien y como debe.
¡Danzad, bayaderas! que el universo se crea… y se expande hasta todos los rincones con la brisa de las velas. Abre su ojo en cera un salvaje tras el monitor, dibujo infantil que hice de mi abuela en su comedor. Brotan puntitos marfil en el cacto del medio y nacen nuevos, orientadas las plantas del espejo hacia la ventana. Verdes y ámbar, esponja azul luenga y vaga. Flora toda mentolada.
El barrigón parece que se hace de rogar, cuando dos hadas le proponen trabajar. Pero sonríe y ríe con tanta bondad.
Al acuario le falta luz, está tristón, parece que los peces vayan a un entierro, animalillos plañideros.
Me sumerjo en un pequeño tapiz que conservo desde la infancia, y plasma una pagoda dorada, reflejos de puro blanco en el estanque de nenúfares fucsia y argenta, y delante un balcón chinesco, blanco y negro, florido de verdes, amarillos, rojos… y, en un último plano, densas nubes grises desde las que sobresale una montaña violeta coronada de diamante sobre un cielo añil.
Enciendo el plasma. La teleilusión escupiendo premios, regalos, viajes; el atontabobos ofreciendo colecciones, retretes desplegables. Y hasta cruceros a Suiza, nuevo método de la estampita. Los comercios son como los enormes gusanos de Dune a por la especia, en la que todos están implicados.
Prodigiosas hadas revolotean a mi alrededor, fragancias secretas, colores de perlas azules sus alas, benévolas y claras, y el susurro suave del molino de agua. El cobertizo de la cabaña, como títeres del tiempo en pompas tornasoladas. El arpa para acompañar las nanas que canta la madre gnomo a sus hijos. Cálida irisada casa, feliz escondrijo. Largas notas fatuas y el retrato de un gnomo tallado en madera sobre el gran hornillo.
Ya está azul y cárdeno mi acuario, brillante y blanco, con sus miríadas de pececillos arremolinados, verdes, azules, rojos, morados…

                                    (hecho con lápices)

domingo, 11 de diciembre de 2011

Luna

Luna admirada en el espejo de plata de una charca, flases de neón contra el húmedo asfalto, runa escarlata de cien designios del alba, que adorna el rumor tierno de los neonatos. Puntos de oro, ojos de peluche, colores de óleo que no caben en mi estuche. Rimas de guirnaldas ingrávidas, rojigualdas esferas y cintas, que miman al que mira la madrugada.
Una orquídea bella de grana se posa sobre el cetro de caoba, es hada o mariposa, o las dos cosas, en su trazado de pájaros del suceder, espectro púrpura que al verso escapa, adelfa aurora que ha de volver.
Y sobresaltan, innúmeras, pompas brillantes de la saca de papá Noel. Son los nenúfares de magma y vidrio que el cielo, luctuoso, ha vuelto a enlutecer.
Arrecife de libros en mi estudio, caballito de mar, excelso pez… ¡colorea de todo los limbos, imán fucsia de la niñez!
Luna entre brumas, vaporosa luna llena, abierta y expectante, divina en las alturas, luna, manchada de diamante, ojo blanco, radiante entre nublado, luna cortada en dos gemas infinitas, luna nueva de perlitas, luna plena, cíclope azul.

Domingo de hastío, último día de la semana, con poco sobrevivo, cual si fuese un samana. Racimo de uvas moradas en las manos de ramas, en el árbol cerezas escarlata, reloj de cuco, molinillo de agua, un ratón que predice el tiempo sobre el libro secreto de Paracelso, tintes vegetales, calor de hogar, cuaderno de versos…
Libros de siglos pasados, sobre un nido setas de ámbar, níveos nenúfares claros cayendo en lluvia sobre el agua, un conejo saltarín de madera de cedro rojo, dos niños gnomos jugando al anillo de Mobius… cerca de mis cómics de Moebius, al amparo de las ninfas de mis deseos, dulces sibilas acarician el arpa.
Tararean guturales los infantes, mientras enfría el café, los retoños de dulces colgantes animan mi exultante fe. Y viene en un trino el mimoso Mandolino, al calor de la caldera que me ha preparado una maga elfa. Allá, cerca del plasma, rezuman pura esmeralda las nereidas, y la melodía del arpa se cuela en mis venas, como soul bendecido de perlas. Enciendo el farolillo para hacer la estampa más amena, mientras pulsan el arpa y los violines más elfas…
Dentro de mi buhardilla, nadie diría que la noche es negra, como una roca abisal, oscura como las manchas lunares, amarilla y negra igual que la prensa, en luz de oro de cristal todos los hogares. En el mío las filigranas inundan las estancias, con adornos de plata y diamantes, surgiendo navideños hologramas en cualquier parte. Descansan los renos encima de blade runner, se turnan los elfos a pasear por los parajes, filosofan paladines en los jardines, y ahora la música es un clamor de fantasía en oleaje.
El incienso exhala suspiros y versos, volando denso por los aires, mientras vierten besos los lirios atigrados y caen pesados de rocío los pétalos de los rosales.
Rotulan náyades la aurora, mientras mantengo encerrado al boggart. Él sale de madrugada para echarse al aire varias canas. Conoce a las hadas que no portan bragas y, cuando hablamos de agujeros negros, se refiere a las novias de los elfos, duende de baba y saliva, un día copuló hasta con una sibila. Sólo le gusta el sexo y contrariar a mojigatas, siempre lo hace a pelo y a ser posible con varias. Por eso, en más de una ocasión, nos hemos perdido bajo unas faldas.

sábado, 10 de diciembre de 2011

Amigos

…Diminutas partículas de polvo sagrado, de Juan ramón inhalo, corales rosáceos en éxtasis de caldo, mi lengua sumerjo en las aguas del océano y escucho el lenguaje de las orcas y los delfines, nado junto a las inmensas medusas escarlata transparentes, entre halos dorados y burbujas azules. Y despierto. Y vuelvo a soñar con los pececillos amarillos y grana, a manchas de azabache, un pez araña blanco y carne, diluyéndome en su marcha…
Y, en el paroxismo de los sentidos, las mil luces del árbol de navidad. Verde peluche, violeta líquido, azul en acrílico. Turquesa de agua la concha y aéreos candeleros de fuego.
Y después de tanta espera, por fin se muestra la luna llena… pulsando mis arterias.



La lira de la noche se extiende como el tul sagrado de algún titán predecible y mágico. Afuera, las callejas silban de frío serpenteante, los escaparates viven iluminados de colores, algún papá Noel escalando por los balcones, tersa y aterciopelada bóveda celeste, tintada en mate, y un sinfín de ventanitas iluminadas en los hogares.
Fumo un cigarro puro mientras escucho cánticos de sirenas, apresurándose van los gnomos a por la caldera, y sube un humo de aurora hasta el techo de mi alcoba, blanca niebla. Incienso de lo que es ya no era. El orbe del mundo, de las caderas tras las diosas, perlas de mariposas, noche yerta y brumosa.
Trote de las cadencias de mis criaturas asombrosas, brote de las latencias en las lunas celosas, son las hilanderas tejiendo serpentina de vida en el interior de mi buhardilla, los bizarros elfos muestras sus anillos de esmeraldas y zafiros, las sibilas recopilando mis libros, y el reino de Venus capturado en mis lienzos, agradecimientos de las magas por narrar cada batalla, estrellas fugaces de estela de plata, mil hadas y ninguna desdeña mi mirada. Frágiles y malvas, gráciles, con aura…
He invitado a mis amigos a mi humilde morada, y escribo veloz mientras espero su llegada. Para que no moleste el boggart, ya lo he guardado en una caja, junto a dos trols y una trasga. Los paladines preguntan por el trovador de sus gestas, mas yo no digo nada. Y es la Historia que me salvaguarda.
Sorbo café, contemplo mi construcción venusiana, viene Mandolino al calor con fe, a dos pasos de mi ventana. Henchido de ternura magna.
La vela baila ballet en el farolillo, el incienso recorre el mediterráneo entero, viajando hasta oriente en nimbos, el tranquilo mar cubierto.
Espuma de bálsamos de besos es su brisa, estrellas rojo eléctrico sus sueños, bermellón de pasión, soplo de titán veo y estelas de diosas la risa.
Tertulia de locos de treinta y pocos, intercambio de cigarros mentolados, risotadas y chistes, noche de amigos, encendidas todas las luces, de juerga también los vecinos,  noche blanca de amigos, blanca noche de amistad, dulzores de la bondad, verdadera es la beldad.

viernes, 9 de diciembre de 2011

Café

Una bandada de aves vespertinas cruza veloz la inmensidad del cielo, que se va oscureciendo sobre la ciudad como en una metamorfosis de color. Malva, violeta, ámbar, añil… y, por fin, un arrecife de cárdeno y carmín despliega sus designios sobre la fría tierra.
En el límite de la vista, las siluetas de los edificios configuran un gran teatro chinesco, sólo uno muy blanco destaca igual que un palacio de puro marfil, delfín en el océano de negrura.
En la espesura de mi buhardilla, el radiador desprende su calor en mis pantorrillas, mientras Mandolino, mimoso, retoza sobre mis almohadones y los duendes benignos salen de sus cajones. Los elfos, en el pasillo, pugnan con los dragones zafiro. Los gnomos descansan junto al molino. Y mi abuela ya está mejor de la cadera.
Mariposas azules y estelas de fresa en mi diario, tintero cargado de sueños y amarillos peces rayados de negro en el acuario. Todo versos entre musgo blanco.
Papá Noel con el don de la ubicuidad se sienta sobre la obra de Poe, en mi biblioteca, mientras sonríe en la cuarta dimensión, junto a Dune, en mi videoteca.
Los cactus de la torre crecen luengos al lado de mis videojuegos, ya me va la impresora pero tengo libros nuevos. Enciendo la tele, mientras me preparo el café, no me de un telele con tanto estrés.
Un peluche rosa bajo el reloj de cuco explota en rosas a las siete en punto. Ya está hecha la moqueta.
Sierpes de cableado bajo mi escritorio tienen atrapados a los trasgos en un recodo. Abren ya los balcones las ninfas de la melodía, extendiendo sus cánticos por doquier, huyen prestas las arpías, no vayan a vérselas con algún doncel. Y el verdinegro de las salamandras destella por la pared.

Y a estas horas, del incienso azahar, ya creo que mi pluma escribe sola, de las musas al azar. Es el tejido de la magia en las venas, la sangre turbulenta del poeta, armonía de las velas, fragantes flores de mil planetas.
A la hora de la constelación del Cisne, cuando las desnudas nereidas se retuercen de risa y sus voces son invitaciones a otros mundos, al menos tan absurdos, como éste, otros universos sensibles sólo para unos pocos sin ira, cuando no se pone el sol tras las caderas de Shakira, y el cielo es un velo magenta, y los seres a los seres miran, cuando la chicas visten de menta, es la hora de la poesía, si te silba a la conciencia tu ego en pleitesía, al límite del amor y del terror, es la hora de la poesía, en el desamor a su balcón, es la hora de la poesía, fragante y magno el rosal de Elvira, es pura poesía.

Un hada pecosita de culo respingón electrocuta mi tinta y, a su vista, bate el corazón, labios de deseo feérico salvaje, mujeres con estiletes, piernas de brebaje, ya sabemos de Melusina, una Mesalina travestida de blancos dientes y de víbora pelaje. Pero aquella es pelirroja y turgentes sus senos, ojos irisados y bellos, pezones de punta de oro y rubí, toda su piel de leche y miel, rizados sus cabellos, plateados a la luz de la luna, y se posa a la orilla de mi buhardilla en la aurora. Ahora una elfa de la noche, vestida de cuero, labios carmesí y senos exuberantes, que podría con seis ogros en frenesí, tal su talante, decorada de diamante, gemas esmeraldas en sus mallas, no lleva faldas, cómo está sin ser un hada.

jueves, 8 de diciembre de 2011

decoración

Los mares azules del cielo declinan en morado y lila lívidos tras los edificios. Violácea línea en lontananza, añil los nimbos y cárdenos.
Escarlata de cielo de invierno, la tarde ha corrido su velo, perfumado de púrpura incienso. Junto a la estufa me caliento. Y mi tierno Mandolino ya está bueno. El olor a café recién hecho y risas en el salón. Alguna película antigua y hasta una estrella fugaz desde mi balcón.
Una caja chinesca con mis juegos de ingenio, una bruja simiesca que se hace pasar por genio, el farolillo con la vela extinguida, los peluches, el tintero y mis hadas en seguida. Varios lienzos y un maletín de artista.
Hoy no tengo alguna cita, mas que una charla con la luna blonda y la búsqueda del boggart.
No corona el marino Venus, ni embellece aún la luna el cielo. Debe de ser cosa de Zeus o de sus barbas los pelos.
Los archimagos de mi buhardilla obran rituales, mientras los gnomos presurosos de bondad cuelgan los detalles y adornos de Navidad.
Papá Noel sobre mi videoteca, en 3d entró por entre las florestas, con un cascabeleo ideal de renos estupendos. Los gnomos, ayudados por los elfos, orlan de luz mis espejos, irisados y plenos de versos, cual si de caleidoscopios gigantes se tratase.
Las damas portan sortijas de plata y collares de oro puro, diamantes y tacones puntiagudos, las alas de las hadas han añadido ribetes de zafiro, los elfos, con sus mejores galas, cuelgan medallones de luz del alba, forjados a golpe de sueño y magia, y en realidad, sólo el boggart desdeña la navidad.
Por cierto, ¿dónde estará ahora el boggart?
Lo miniaturicé e introduje en un tubo de ensayo, en contra de sus engaños, luego lo metí en un matraz, y no recuerdo más… Creo que escapó con un libro de Arthur C. Clarke.
Los gnomos son diligentes y bondadosos, sorbo el café mientras embellecen un abeto añoso, han traído motivos de Alemania, dotados de hermosura y graciosos, y decoran con artilugios preciosos su gracia.
El boggart tiene envidia de mi perro, y me ha robado el libro de Platero. También envidia a mi abuela, que es una gnoma, por eso le cambia de sitio las cosas.


El boggart es como mi Mr Hyde particular, disoluto y libertino, sólo le hago caso cuando no va de bruto y con las putas hila fino. En mi casa se va recomponiendo la estampa de una aldea germánica. Madera buena y bella porcelana, cervatillos con jerseys de lana, un molinillo de filigranas, sólo me falta confeti en la banana.
Imbuido por los gnomos, me dispongo a alegrar mi casa.
El boggart se encontró con el hada Melusina… no tuvo sexo, ¿por qué?, le he dicho, ¿por donde?, me ha contestado, de hecho. Sólo piensa en lo único, el obseso. Y es lo que me gusta de este espíritu travieso. Para no dar trabajo, os aclaro que esta hada en cuestión, en vez de menstruación, le da por transformación de cintura para abajo, no hace falta la Wikipedia, yo cuento en plata lo que reza la enciclopedia.
Estoy charlando con el boggart sobre literatura erótica, cuando pasan a nuestro lado dos mozas, abro los ojos yo, él cierra la boca, son hadas del tipo exuberante, senos voluptuosos, piernas de jaca… y me susurra: Anais Nin.
Las estrellas de azul eléctrico y plata por doquier, el dintel dorado de mi habitación, el Papá Noel con su enorme barriga asiendo un saco de sueños perlas, sus níveas barbas, y el tacto aterciopelado rojo carmín sobre mi escritorio.
Anaranjados y amarillo brillo de peces detrás, en el acuario, junto a mi colección de plumas…
El espejo cobra relieve y se adorna solo, con matices verdes y bermellón, sobre el farolillo encendido de repente, que alumbra líneas nuevas, la serenata del plasma hablando de desgracias, y un refresco…

miércoles, 7 de diciembre de 2011

Escaparate

Vuelta de Delfos, ya me ha bendecido una maga con su varita purpúrea y me ha teñido de versos de fresa caramelos. Al calor del fuego de los elfos, me caliento junto a sus brasas, mientras sorbo el último café de mi taza. Las noches son tan largas…
Y mi presencia mis amigos reclaman, pero el imán de las musas, es cierto, también son la esencia de las llamadas, que brota a su antojo en llamaradas, cuando una tarde morada se dilata. ¡Ay, qué noches tan largas…!
Mi ansia lectora no conoce mínimas, tanto devoro a Sade como a la Biblia. Veo a un vecino que cuenta un chiste, otro maquilla un chisme y un tercero me lo tapa un letrero de Navidad. Noche brava, noche capital.
Mandolino está enfermito, pero los animales se recuperan antes que las personas. En la habitación de mi abuela merodea el boggart, que escapó del maletín con un candil, y rodea ahora, el balcón que da a la escuela.
Adornos navideños por doquiera.
El conocidísimo simbolito del ying y el yang, está extraído del no tan conocido I Ching o Libro de los cambios, debe de ser interesante su lectura. Siguiendo en la línea literaria, Stanislaw Lem, personalmente no me llena, aunque he leído poco de él. Días atrás, lo celebraron en Google, se trata de ciencia-ficción, algo extraña, mezclada con psicología y filosofía.
Tarde abierta como una concha abisal a la penumbra. Tarde de lumbre en mi buhardilla. Hoy he visto un acuario precioso en un escaparate decorado, y he caído inmerso entre sus corales de magia, sus pececillos floridos, el musgo de las rocas… sumergiéndome en todas las estancias de ese laberinto expresivo, igual que en un cuadro de Dalí, donde los relojes blandos conviven con la materia de los sueños y las fantasías eróticas con los transportes místicos. Me viene a la mente La Galatea de las esferas, por su perspectiva y composición, pero el acuario es aún más bello, si cabe, y su escorzo hace llevar la vista al infinito.


El trébol cristalino y frío del alba se ensancha, como la melodía vaporosa de un laúd que pulsara de ángeles la gloria, en mate y magenta ilusoria, coronas de rosas, azules las perlas, orlada de veras la voz de las cosas.
Folclore irlandés entre mis duendes, verdes y picaruelos, labor de las hilanderas que tejen el cielo, la voz de sibilas que encienden mis versos, el temple de los elfos, y celos en el templo de la luna.
Expandida cada gota en una nota musical, y así cientos de ellas, sobre los rostros firmes y bizarros de mis guardianes, ángeles de la guarda y algunos elfos bisoños. Paladines apuestos, hadas con daga, nereidas portando afilados tridentes, mi buhardilla es su casa y defienden lo que tienen.
Brumosa atmósfera y calor de dos trols, ideal para escribir, racimos de rimas, mimosas como mis ninfas, real imaginario de Dios.
La chica de la flor y las medias negras, a esa pretendo, mas creo que es hada de sangre y seda, y el deseo es una esfera que, cuando está borde, en orbe se transforma. Y las vagas sensaciones se conjugan con las constelaciones, enjugando de dudas las estrellas.

Observo las manchas de una enorme luna llena, qué fe por las armonías, qué esplendor de reina, qué hacer irisado de la melodía de los planetas. Un pisapapeles de topacio que mis notas recuerda. Cánticos de poetas. Sueños pasajeros, en estela de Vivaldi. La luna en el cénit con su áurea blusa malva de acuosa y cristalina mirada.
Es el blanco Invierno un manto tierno ahora. Pronta ya la Navidad de color. Época de reconciliación y altar a la familia. Todas las luces encendidas en total policromía. Amarilla luna llena, cual mariposa herida, ojo del cíclope sin miopía, amarillenta luna yerta, agujero mágico del cielo negro, de gasa, luna escasa, ¿por qué miras fijamente a mi casa? Ojo borroso hipnotizante.
Luna entre brumas...

martes, 6 de diciembre de 2011

Festividad

Tarde fría, junto a la estufa de mi buhardilla. Mar cerrado cubre nuestras cabezas, mientras me preparan café unas elfas. Danzan las bayaderas sobre mi mesa, con aires de traviesas, entre la bruma del cenicero. Cielo añil por entero… y algo de poesía en mi tintero.
Cielo oscuro, casi negro, ¡ay, Venus!, estrella vespertina, del alba lucero. ¿Dónde estás, que no te veo?
Reinado nocturno de mis pensamientos, de los duendes umbríos su gobierno, de las musas eruditas mi desvelo.
Cielo oscuro, manto negro, ¿dónde estás, Venus, que no te veo?
El aroma a café despierta a algunos goblins pasajeros, y cambiamos tabaco por puros de los buenos. Una nubecita muy blanca sale a mi encuentro, es Mandolino, mi dulce y mimoso perro. Cítaras pulsadas por semidiosas deleitan mis oídos, Mozart, Mahler… y un libro de Rubén Darío.
Bullen mis frascos de trasgos en el anaquel, piafan los corceles en las florestas, otro regalo de apuesto doncel, hoy es día de fiesta.
Festiva tarde de juerga, beben mis criaturas por Baco, silban las sibilas invocando a Dionisio, heroínas resplandecen con sus galas por los cuatro costados de mi cama, el estanque junto a la impresora repleto de nereidas desnudas armando jolgorio y alegría, un montón de tangas en la orilla… Algarabía entre mis libros, apuestos elfos y gnomos prestos, desentrañando las luces artificiales de mi librería.
Un encapuchado me ha pedido algo, pero yo sé que es de la acera del otro lado.
Mi reloj de arena de ínsula oriental orlado de conchas, me sumerjo entre el musgo verde y el coral cárdeno del acuario cual si fuese otro pez rayado, ellos no saben que hoy es fiesta y nadan mansos.
Ópalo precioso y fragante áloe sobre mi escritorio, aroma de rosas en el incensario, y algunas notas en mi inventario.
Cielo oscuro, manto negro, ¿dónde estás, Venus, que no te veo?


Desde mi último piso se dejan ver fulgurantes puntos de todos los colores sobre el negro tapiz del horizonte aterciopelado. Es un océano azul oscuro en el que destellan peces rojos, azules, amarillos, hogares con brillo, ráfagas de pestañas despertando en párpados fucsia,  guiños cómplices en la negrura, otro ventanal ámbar, otro balcón por arte de magia, es la estampa de un volcán, de cuyos hijos nosotros el magma. La lava levita sobre el mar morado de una noche más.
Desde Orión, desde las cuatro lunas de Saturno, Pan, Atlas, Elena y Rea, ya he pedido turno a la misma Galatea. Para que me solucione el problema de la ausencia de Venus…
Desde Porcia, al mediodía en Urano, a sus Pléyades, a Desdémona, Cordelia e, incluso, Ofelia, a la primavera en su entero planeta ya he pedido la mano, a todos los satélites de Urano. Entre los hechiceros, ya le he dicho a uno, que me hable de la noche perpetua de Neptuno.
He acudido a las meigas y al mismo Merlín, me las vi cual Odiseo con Circe, pero en vez de cerdo, delfín. Si al menos fuera el hermoso Pegaso. Mas a lomos de un puca voy persiguiendo al boggart que ya escapó del frasco. El monta un kelpie que no le hace ascos. Salta grácil  un nido de huevos de dragón de Kyoto. Mi puca galopa menos que el otro. Y además, ¡qué grima!, me cruzo con el gato vampiro de Nabeshima. Así que el boggart, el muy cabrón, me lleva hasta Plutón.

"La rosa tiene espinas para retar a los poco persistentes" Proverbio español.

lunes, 5 de diciembre de 2011

trueque

Atardecer limpio de cielo claro y nubes mansas, enceradas de sol, digno de ser poetizado por los piedracielistas. Embellecidos y coronados los edificios por larguísimos nubarrones añil y oro, claror divina en el horizonte turquesa. ¡Qué magnificencia! Una bandada veloz de aves plateadas cruza la estampa vespertina ante mis ojos somnolientos, mientras tomo el café templado. Vuelta la vista, las nubes se tornan morado, violáceo… y se expanden.
Las ruecas de mis ninfas trabajan con presteza para tornasolar tal esbelteza. Cada segundo cobran un color, síntoma de que declina el día. La última nube es inmensa y anaranjada, manchada de magenta y ribeteada de marino tinta. Pronto la luz natural queda extinta.
Estaría contemplando lontananza una hora, pero Mandolino me reclama y tengo que hacer unas compras.
El reino de esta estación ha obrado la noche, tantas veces descrita, compañera proscrita…
Contemplo mi cuadro, el alienígena cachondo, mientras me visto para llegar pronto. Y hojeo rápido mi agenda, no sea tenga otra tarea…


El incensario despide aroma de los vientos del sur. No encontraba a la chamana y me lo apañó un mago, hay que tener amigos entre los hados.
La noche empaña las costumbres en mi buhardilla. Los duendes ríen con picardía. Volutas de nácar y marfil emanan del cenicero. La estufa está encendida y la televisión apagada. Vuelan en elipses varias hadas como en una constelación magnífica, sueñan los elfos con otra epopeya, juguetean risueños los infantes con mi perro, es una hora viva, e incido en el empeño de escribir poesía.
Cuando el reino feérico inunda mi habitación, los seres oníricos salen de los espejos y dibuja rostros de dioses el incienso, es la hora de los versos, cuando las hadas llevan tacones y tanga, los gnomos me mandan besos, cuando las damas no portan bragas, es la hora de los versos, y somos más que traviesos de las doncellas en aras.
En la calle hay trasiego de transeúntes, olor a navidad, perfume de mujeres de centro comercial. Lucecitas cristalinas de pececillos, estudiantes que vuelven del extranjero, amarilla vista de panecillos, cafeterías, tiendas, y relojeros.
Pero en mi buhardilla hay otro ritmo, las hadas encienden su furor uterino, los pájaros cambian de trino, en mi buhardilla el búho se lo hace con la ardilla…
La noche ha vencido, Belcebú lanzará a sus sátiras con bolso a las avenidas, acrónimos, entre sombras, más difícil lo tendrá la policía. Más fácil el anónimo. La noche tiende su telón, matando al día… que yace inerme, sólido.


Fosfóricos hogares se ven, mientras una náyade pulsa en la lira mi canción preferida, presurosos los elfos cantan en coro la melodía, sueltan serpentina, tréboles y púrpuras cintas. Danzan bailarinas sobre pavimentos de plata. Y de diamante lucen sus pezones las más bellas. Puntos de acuarela. Musas de un día. Amantes Ninfas de mis desvelos. Heroínas de la baba del deseo y la pasión. Damas del sexo. Flores del bien.

domingo, 4 de diciembre de 2011

Victoria

El domingo azula la jornada de un día apacible, idóneo para sestear. El mal tiempo se marchó con los ogros viles, para dejar una alfombra florida de rosas en la moqueta minimalista de mi buhardilla. Retoza Mandolino en mi cama al calor del brasero, mientras los rayos del sol entran por mi ventana. La estela blanca de algún avión se dibuja en el inmenso lienzo azul claro del cielo de cartulina.
Vuelven ya victoriosos de la hazaña mis seres mágicos, siendo recibidos con cánticos y coronas de flores de mil colores, laureles, gloria, bayaderas… Es ahora cuando los más sabios escuchan y forjan las leyendas. Todos celebran la gesta entre púrpura y argenta. Es día de fiesta, mis vitrinas tiemblan al son de tambores alegres y fastuosos recibimientos de otros seres.
Llegan con ofrendas para recibir los cumplidos máximos del mundo feérico.
Mi tablero de dibujo se envuelve de dicha cuando recibo un maletín de bellas artes artista. No me extenderé más en sus proezas, a menos que el arte las merezca, o que una paladín abierta de piernas me requiera. Antorchas verdeoro por doquiera.
Tornando al plano literario, queridos lectores, ayer, revisando mi librería, me encontré con una perlita, El caminante, de Herman Hesse (uno de mis escritores preferidos, como sabéis), autor de Siddhartha, el lobo estepario, etc. Es un librito pequeño, de fácil lectura, poético y muy humano, decorado con acuarelas del mismo autor, y precede a sus grandes obras maestras. Me estoy releyendo una antología poética de JuanRamón y, por enésima vez, Platero y yo. Todos ellos tienen una belleza y una sencillez inefables.
Los entes extraordinarios de mi buhardilla descansan ahora, después de la gran orgía.



Enciendo incienso oriental a la caída de la tarde, luengas nubes cárdenas en la raya del horizonte suspiran ya a la noche, unas trazas cortan de naranja el limbo, que se va apagando inmenso como el suspiro tras el verso.
Soy caminante en las nubes del sueño etéreo, que se despiden del día a lo lejos… Caballero con las damas de mi consuelo, peregrino del libro que no encuentro, aquellas de grana me colman a besos. Y a las que falten, ya sé que son hadas bañándose en mi tintero, de palabras hoy pleno.
Son ninfas las protectoras de mis desvelos, sibilas las que componen mis libros maltrechos, duendes quienes no merecen mi aprecio y elfos mis compañeros.
La cartulina negra silueta en blanco los bordes altos de los edificios, las fábricas abandonadas a su suerte, los guiños de las ventanas en torrente, yerma noche y ausente.
Oriente de incienso, corriente de peces amarillos, turquesa, rayados, manchados, anaranjados… Aros de agua artificial desde el anaquel, composiciones de cantautores, rimas por las esquinas, cúmulos de libros, raudal de sabiduría...
Un molinillo de agua en miniatura, cuelga el atrapasueños, los cactus al lado de la torre ya van creciendo…
El farolillo junto al plasma me pide calma, cuando sabe que estoy en verso… Detalles infantiles cercano a navideño, la impresora no me va, vaya cabreo, Mandolino en su recreo, ya he regado la planta del espejo. Sólo falta pasar el plumero.

“Todos expresamos el mismo ideal, lo que ocurre es que no sabemos escucharnos” el búho despierto.


sábado, 3 de diciembre de 2011

epopeya

Túnica de nublos estirados es el reino celestial hoy, estratos de algodón, gasa de bóveda marmórea y diamante, designios del hacedor. A punto de lluvia perenne, sempiterna.
Los nimbos están mansos, dúctil todo por debajo, sondeando cada calleja como un cíclope omnipotente a la espera de una ráfaga temporal, sonriendo éste a su vez desde su altivez, por haber atrapado al sol detrás de sus bambalinas.
Un guijarro maquillado con una mariposa azul preciosa entre flores proscritas en mi escritorio, una cyborg mirando de reojo desde el tablero de dibujo, dos montones de folios inmaculados, el reflejo de una planta exótica en mi espejo, peluches enredando con infantes elfos, nereidas retozando en el lecho de Neptuno, sirenas varadas en su pecho, Mandolino, mimoso,  dormitando en mi lecho…
Chisporrotea en exceso, mientras fumo a la hoguera de un goblin travieso, el café placentero me ha regalado un enano a cambio de un verso. Cánticos de cristal vibrante…
Los húsares hoy enhebran la claridad por un filtro níveo de ribetes azulinos, y trasiego de trasgos en mis pinceles. Piafan los corceles.  Discurren, espesos, sus donceles como en un tapiz valiente. Una andanada de dragones rubí excelente les espera en el pasillo escarlata. Habrá cruenta pugna en el dosel. Las miríadas de insectos en el dintel ya lo auguran.
La ofensa en las simas, el desacato en los nimbos y la intemperancia pueden jugar una mala pasada, junto al viento céfiro y al claror de nácar.

Oquedad magenta de bestiario infantil desplegable. Realidad impuesta de lo deseable. Bisoños seres vivientes somos. Subrepticiamente, me escabullo con verbigracia del mundo de la magia.
Vetas azul turquesa de ópalo sobre mi escritorio, áloe, incienso, dos cuadros, un verso…

viernes, 2 de diciembre de 2011

Comensales

Vuelve la lluvia y el tiempo de país nórdico. Sobre la húmeda ciudad un velo descolorido de lejía hace de bóveda sin límites. Mandolino se calienta junto a la estufa. El cielo de mármol se torna rosáceo en las cumbres de los vívidos edificios. Nítidos y desnudos. Los amarillos se vuelven ocre, el rojo de las fachadas bermejo pasión. La vegetación, empapada, adquiere toda la gama cromática de verdes en el colegio. Calles de paraguas. Palmeras vivas y casas muy blancas. Se pueden distinguir todos los colores desde el abanico de arco iris que deja la lluvia tras su paso. Hasta las casuchas más pequeñas se tintan de nuevos matices...

Hoy no he prestado mucha atención a la estación orbital de mi lienzo, ni a las criaturas mágicas de mi alcoba, llueve en tromba, el cielo es un chicle masticándose sin cesar de púrpura, hologramas de Kandinsky a toda velocidad, una gata por siete duendes violada, crepuscular y violáceo es ahora el horizonte desde mi ventana.
Arañan las garras de la noche la suave seda del día, esparciendo oscuridad por doquier. Ya nada es diurno aunque quiera serlo. La noche toda cubre el cielo. El día, inevitablemente, ha muerto.
Pestañean ojos de luz en todos lados, no falta algún que otro adorno navideño. Preparándose están los comercios y quienes mueven dinero. En mi buhardilla gobierna la anarquía del librepensador, y no existe el dinero. Nos intercambiamos regalos, los unos con los otros, las elfas con los hados, los espíritus burlones con las putas, los entes con los humanos... Aros concéntricos plateados

Magenta fragancia de labios carmesí en la cara de la luna, sobre terciopelo negro sobrecogedor, yermas calles plenas de charcas, desierto de estrellas, un rótulo de neón reflejándose en el espejo de un charco, eléctrica lluvia, excitada y febril la luna.
Fin de semana, comida familiar, juerga con los amigos, ausencias de compromisos, pasaporte a la isla de las féminas posibles, picaporte de las asequibles, teatro de evasión y victoria del la rutina, mujeres de historias tras la cortina, juegos y diversión de los hombres-niño, vuelos, distorsión y guiños, fin de semana, fin de semana bendito.


Los arrecifes sobre los que descansan hermosas las nereidas rompen el orbe en estallidos cristalinos de cerúleo magnífico, mis ojos espectan cuales retoños, sirenas marinas me mueven hacia sus senos, nadando las sensaciones de un delfín de diamante y marfil, son las náyades en la orilla fieles guardianes de mi buhardilla. Y las ninfas de la Literatura convocan… Y los dioses invocan más muertos en la televisión. La noche se ha revertido muy bruna, azabache desde el tragaluz. En órbita desentona la felpa negra y la maravillosa constelación del Cisne, brillando como una estampa mágica inenarrable. He guardado al boggart en una caja, no creo que me moleste.

jueves, 1 de diciembre de 2011

poesía

Hoy luce el Sol en toda su magnificencia, la potencia de sus rayos dorados se cuela inundando toda la habitación, cuentan los viejos duendes leyendas añosas, y el cielo es una cúpula marmórea de color azul celeste acuarela. He quedado para una sesión de jam poética esta tarde. La vida es verso.
Las nereidas me guiñan el ojo desde un charquito. Ya las conozco un poquito. Montañas de libros reflejan el oro puro del día, los matices de los cuadros cobran fuerza y viveza, la flora se equilibra hacia el exterior buscando la luz, alguien me ha cambiado los libros de lado, o el boggart, o ha sido el rumano.
Un cuadro, deleite de Lesbos, sobre mi tablero de trabajo, armoniza con musiquillas de sirenas plata y marfil. El gusano multicolor de las criaturas de mi buhardilla camina sobre el manto de flores de los sentimientos. Música celta....
Atardecer mestizo, mezcla de limbos cristalinos...

miércoles, 30 de noviembre de 2011

Venus

A Venus se le conoce con los nombres de "Lucero del alba" o "estrella vespertina", ya que al encontrarse tan cercano al Sol, sólo puede verse al amanecer o al atardecer. Después del Sol y la Luna, es el objeto más brillante del cielo.
¡Ay, Venus, lucero del alba!

Hoy tengo cita con el oráculo de Delfos, también debo comprar incienso celestial y espero la llamada inesperada de un amigo de infancia. Los peces de todos los colores de mi acuario reflejan un mundo en cada escama, un cosmos precioso de colchón sobre el coral, destellos cegadores y visiones floridas. El Sol entra por mi ventana iluminando un reino de anarquía divina, como el Parnaso en días de fiesta. Hasta las sibilas silban mientras mis libros recopilan. Plenitud del día.
En honores a Vesta, trovadores de putas alegran mis oídos. ¿Dónde estás, Mandolino?
Gatas en celo ronronean en mis arterias, hadas gemelas y pixies calientes inflaman mis venas...
Mandolino toma en placer las fortunas del astro Rey sobre mi cama, luz que alumbra toda la buhardilla desde mi ventana. Los goblins han hecho una fogata. Me distraen pétalos de rosas carmesí y halos de brumoso humo rubí, mientras contemplo un pequeño lago donde cinco hadas nereidas se enjabonan lascivamente. Qué torsos y caderas, quién no los quisiera. Hoy que no tengo tiempo, erótico escribe el tintero.

Ya tengo el material del que están hechos los sueños, las miradas de las gentes en el cerebro, cual si albergara las emociones del mundo entero, cada sonrisa, cada cielo, cada sardónica risa de mis compañeros, de cada fémina un trasero, de fresa caramelo...
Mandolino viene al calor de la hoguera de trols, menuda vidilla, un rumano me ha limpiado la buhardilla, nacen y crecen nuevos cactus junto a la torre, ya cobra luz y color el acuario, ya se subliman los tonos del verso libre, corre la tinta como un arroyo desbocado y cada catarata es una chispa neuronal traviesa e imposible. Estrellas fugaces recorren el cielo nocturno cargadas de deseos. Promesas a la luz de la mentirosa luna menguante. Crímenes pasionales bajo el influjo de la poderosa luna llena. Y castigos a luz de luna creciente. Ondas amarillas se disipan hacia la ventana. Del incensario manan filamentos y membranas de tejido abisal, representaciones magistrales de ballets de hadas por doquier, duendecillos por los diez dedos de los pies, remolino de virtudes en las damas, dulce flujo del proceder.

Cielo mortecino, cárdeno, violáceo, y al cenit, un añil tinte de cristal...

martes, 29 de noviembre de 2011

invitación

Hoy he recibido la visita inesperada de un amigo y le he invitado a comer. Como enanos hemos disfrutado del rock endiablado. De los seguidores de Elvis. Tupés y cadillacs. Pelvis y faldas. Ahora tengo un momento para descubrir el ocre del horizonte, en acuarela el contraste con los oscurísimos edificios en juegos de sombras chinescas... Diástole del día, jazz en estado puro, gotas de rocío sobre el teclado del piano de los dioses, Chopin...
La telaraña de antenas corta los últimos vestigios añil ¡Cuán rapidez se da el anochecer! Ahora sólo veo cubismo negro. La magia se halla en los guantes blancos del declinar del día. Un tul morado nos abraza con gala en su regazo, reflejando puntos de oro como luces artificiales. Guiños en la oscuridad. Faroles encendidos, calor en los hogares y afuera frío.
Noche negra cautivadora, del crimen perfecto hora, del himen de las pitonisas hora, momento eterno de la deshora, ¡a que ahora viene el boggart!
Melodías de sirenas, elfas floridas, hadas velando mi alcoba, la ratita presumida con la escoba, búhos y ardillas, delineantes mariposas...
Fragmentos de una rosa holográfica, destellos de una pluma estilográfica...

lunes, 28 de noviembre de 2011

Augurio

Cielo embotado, simiente de lluvia venidera. ¿Dónde están los hados? Sí veo a las plañideras. Edificios altos a lo lejos. Diminutos gnomos en convalecencia. La mayoría de seres está en exploración en la habitación de mi abuela. Hoy no quisiera escribir las hazañas que mi tintero debiera.
Mi perrito duerme sobre mis libros, en la cabecera. Un hada extraviada, de hermosas líneas féminas, solicita que la lleve en el carruaje de Cenicienta. Todavía no lo he soñado, así pues espera.
Cielo de alabastro que augura tormenta. Cielo plomizo sobre nuestras cabezas. Serafines de lágrimas que aún no llegan. Las luengas antenas se asemejan a Las lanzas, de Velázquez, en lontananza haces.
Onomatopéyicas, cobran vida las cosas; mientras yo espero una fiesta anacreóntica. Así son las glosas.
JuanRamón me gusta, Bécquer me encanta, pero no encuentro una poesía a la carta, una poesía como la mía. Por eso el verso es algo personalísimo. ¡No ladres perrito, que sólo ha sido otro grito! Contemplar a mi perrito durmiendo es escapar al tiempo, ¿para qué poner la tele, para ver más muertos?
Silba el viento en la ventana, aroma de flores plateadas, hoguera de trasgos dando calor, y sigue el día en su encrucijada.
Dos peces rayados de turquesa se cruzan en el acuario, un pequeño ikebana, salamandras chic en la peana del plasma, una foto preciosa de Kyoto, y muchos libros... Bocetos, alguna foto familiar, ambiente recargado y Mandolino (así se llama mi perrito) tumbado en mi cama como un principito. 

El molino de agua desprende notas mágicas, el incensario detalles cálidos, escuálidos vuelven los corceles, de la epopeya en la habitación de mi abuela. ¡Chispas en el cenicero! Los elfos me han traído el libro de Platero. ¡Vivan dos donceles! Que me han traído Demian, de Hermann Hesse. Las hadas flotan en el jardín de las delicias a la espléndida musiquilla de sus primas las nereidas. Ensueños de un bosque mágico...

Cada cosa tiene su belleza, pero no todos pueden verla (Confucio)

Sepias y malvas en lontananza, sombras chinescas, invitaciones a paraísos artificiales, en este bello anochecer todo cabe... Cárdeno y brumoso está ahora el cielo como un algodón de feria, tibio y expectante, efigie seria, a la espera de la lluvia y la tormenta.
Acabando está la jornada, abriéndose el crepúsculo de los dioses, bajando el telón de la luz, encendiéndose los hogares, los espíritus burlones esperando la hora bruja, galeones de esqueletos revividos pugnan en la negrura, oda a las almas perdidas, panegírico a una pléyade, momento dilatado del día, que escapa remoto al circo de la noche y a los fríos tentáculos de la oscuridad.
Hollando la tierra igual que un ogro enorme, invisible e insondable, llega la morfinómana noche.