Mi rosa
azul, linda embriagada de bien, azulina brotas en mi sien como un amparo de las
diosas de luz, deidades vales por tres. ¡Ay, mi rosa azul!, sonrisa clara de
ser pintada; si he dicho tres, deidades vales por diez, torso de hada, labios
de miel.
Mi rosa
carmesí, cada día y cada noche pienso en ti, y aún sigo de pie, ¡ay, mi rosa
azul!, sólo pensarte me vuelves demente tú, gafas inolvidables, mi musa
imposible, siempre colgada de la luna libre.
Mi rosa
blanca y pura, tierna en tu gesto blancura, ¡cómo derretías mis carnes al
tocarme!, ¡qué facilidad para sacarme una sonrisa!, melodía sin prisa, mediodía
de vida y noche de despedidas, ¡ay, cándida rosa inmaculada de paz...!
Mi rosa
amarilla, por ti mi razón no razona pero mi corazón brilla, caderas pacientes,
voz ilusionante, ya no soy el que era antes, mi rosa querida, surtidor de
pétalos de vida, ilusión de iridiscencia compartida.
¡Ay, mi Ruth!,
que no se diga, si azul, roja, blanca y amarilla, eres luz toda, en todas
brillas; si verde, rosa, cárdena y violeta, en todas ellas, ¡Ay Ruthopía, como
en una fantasía!, y yo sorbo de ti el color, de tus formas la maravillas y del
tono templo mi pluma con el testigo de nuestra Luna.
¡Ay, Ruth,
no digas nada! Que eres un jardín con las rosas más hermosas de este mundo, mi
luz, calla...