domingo, 18 de diciembre de 2011

Víspera

Aire muy frío en el tuétano de los huesos, médula contraída, corriente húmeda del mediterráneo en el invierno. Vísperas de navidad, decoración en millares de cada local. Cena de amigos en hermandad, perfume de fruta, tabaco de liar… Conversaciones púrpuras y medias donde mirar. Senos turgentes en el ambiente más intelectual y tribus de perroflautas bajo el dintel de algún portal, glorietas, parques y plazas al ritmo del vendaval. Pub de jóvenes que se sienten soñar, garitos con luces inundando la ciudad.
Espejo multicolor de noche boreal, la ley de no poder fumar. Tomo un refresco con mi amigo Alberto, él gusta de un rojo vodca en copa, mientras escudriñamos los detalles que vienen en tropel sobre nosotros. Se diría que estamos entre los mayores del local. Lozanas chicas y mujeres de dicha transitan, enciendo la vela rubí sobre el mármol de nuestra mesa. Alberto y yo nos acomodamos en el butacón, mientras el resto juega a los dardos bajo un frondoso árbol navideño. Ganan, pierden; pierden, ganan; y siempre igual. Una serpiente verdiazul recorre el sillón por detrás de ambos, cuelgan esferas de varios colores y tamaños, igual que una pequeña constelación artificial, hay una máquina tan nueva que no sabemos ni cómo funciona, salen del baño dos féminas, cruza un ángel… Un ángel tenaz con su fe puesta en Adán. Pero hay muchos donceles y no tanto afán. Contemplo un trasero descomunal. Por entre semejante madreselva me encuentro sobre agua y pétalos de cristal. Destellan los dígitos de la máquina de dardos, juegan otros al billar, un visillo tornasolado que deslumbra sólo al mirar, y justo al centro del local, una estrella sobre el bendito árbol de navidad.
Parece que la noria de las emociones despierta en navidades, el cariño, las postales… el ser bondadoso con el prójimo, que debería ser siempre; la navidad da alas a los niños soñadores, mariposas y libélulas de vidrio de colores. Y, aunque sólo sea más que un espejismo, la navidad es de los sentidos un bello paroxismo.