martes, 20 de marzo de 2012

Como hijo de Argos

Media luna menguante, imagino que aún no he despertado, abrazado a un par de vestales, ellas sensuales y tríbadas, yo como hijo de Argos, igual que esperando en PuertoVenus a un androide y que luego vengan dos clones, sabiendo que sueñas y sin querer despertar, cuelgan las lianas de nenúfares de cristal y corre el agua por el arroyo de cables, luengos gusanos, blancos y negros, bajo el escritorio. Los halos de humo cárdeno del promontorio, sobre el anaquel desgranan fuegos fatuos flores de loto, claveles mágicos de alabastro, mientras duermen tres gnomos en un peñasco. Media luna cornuda, dime que no estoy soñando, cuando veo desnudas a un grupo de hadas haciendo yoga entre ninfeas y rosas, ¡ay, noche roja, que te me alborotas!
Rosas, crisantemos, violetas, pensamientos, geranios… y demás flores no menos bellas, cuyo nombre todavía desconozco en el balcón, despidiendo como un tul aromas hacia la línea del horizonte que, en el albor, se desvanece en infinito transparente.