jueves, 22 de diciembre de 2011

Nereida

Siesta del sentir interior, noche de azabache en el albor, fiesta de elixires licor, cachivaches en el balcón. Humo de orfeón blanco despide el incensario, arrecifes de coral en el acuario, azul claro, verde, gualda, encarnado pez araña, burbujas diamantinas, amarillo a rayas como golosinas…

Arpas solas entonan himnos de epopeya, arpas rosas de vuelo de mariposas, instrumentos de las diosas, sinfonía bella de las albas preciosas. Danzas de tambores, armonías étnicas en las baldosas. Marchan los paladines a por otro libro con criaturas maravillosas, enormes y níveos osos, gigantes babosas, verdes mezclas de tigres y panteras, ojos del paraje azulino y madera, lagos cristalinos, a la habitación de mi abuela.
Vuelvo de la cocina por miel y, por las barbas de papá Noel, me encuentro una nereida recostada en mi cama, desnuda, ojos verdes, bella dama, doy un traspiés y es un holograma.
Danme las ganas mientras urden la trama. Corceles aderezados de pura gala, vírgenes hadas azules a la orilla de mi cama, bella rima de piano de playa, turquesa fosfóricos los ojos, pupilas ávidas, espero su regreso a la buhardilla con mi libro de Alicia en el país de las maravillas. Y en mi festejo, el de Alicia a través del espejo.
Acto de fe en el Parnaso, sorbo café de Merlín, antes del siguiente ocaso, las doradas estelas del delfín…
Vasta nocturnidad umbría de ambarinas bujías, callejas frías, herejes y danzarinas, jadeos, sudor y neón en vías infinitas… Luna impía, ¿dónde estás?, firmamento estelar.
Enciendo el farol y brotan tréboles magenta de color, como la pez la ciudad, hilos de incienso el olor, afuera obra la oscuridad. Pero en el interior, picantes hadas vuelan solas y magas, entre la colcha de algas, esmeraldas nalgas, perlas de pechos, libélulas grana, verdeoro atrezo.
El eje de las sibilas tras las cortinas enhebra mudo en hilo de cobre el orbe del mundo.