lunes, 5 de diciembre de 2011

trueque

Atardecer limpio de cielo claro y nubes mansas, enceradas de sol, digno de ser poetizado por los piedracielistas. Embellecidos y coronados los edificios por larguísimos nubarrones añil y oro, claror divina en el horizonte turquesa. ¡Qué magnificencia! Una bandada veloz de aves plateadas cruza la estampa vespertina ante mis ojos somnolientos, mientras tomo el café templado. Vuelta la vista, las nubes se tornan morado, violáceo… y se expanden.
Las ruecas de mis ninfas trabajan con presteza para tornasolar tal esbelteza. Cada segundo cobran un color, síntoma de que declina el día. La última nube es inmensa y anaranjada, manchada de magenta y ribeteada de marino tinta. Pronto la luz natural queda extinta.
Estaría contemplando lontananza una hora, pero Mandolino me reclama y tengo que hacer unas compras.
El reino de esta estación ha obrado la noche, tantas veces descrita, compañera proscrita…
Contemplo mi cuadro, el alienígena cachondo, mientras me visto para llegar pronto. Y hojeo rápido mi agenda, no sea tenga otra tarea…


El incensario despide aroma de los vientos del sur. No encontraba a la chamana y me lo apañó un mago, hay que tener amigos entre los hados.
La noche empaña las costumbres en mi buhardilla. Los duendes ríen con picardía. Volutas de nácar y marfil emanan del cenicero. La estufa está encendida y la televisión apagada. Vuelan en elipses varias hadas como en una constelación magnífica, sueñan los elfos con otra epopeya, juguetean risueños los infantes con mi perro, es una hora viva, e incido en el empeño de escribir poesía.
Cuando el reino feérico inunda mi habitación, los seres oníricos salen de los espejos y dibuja rostros de dioses el incienso, es la hora de los versos, cuando las hadas llevan tacones y tanga, los gnomos me mandan besos, cuando las damas no portan bragas, es la hora de los versos, y somos más que traviesos de las doncellas en aras.
En la calle hay trasiego de transeúntes, olor a navidad, perfume de mujeres de centro comercial. Lucecitas cristalinas de pececillos, estudiantes que vuelven del extranjero, amarilla vista de panecillos, cafeterías, tiendas, y relojeros.
Pero en mi buhardilla hay otro ritmo, las hadas encienden su furor uterino, los pájaros cambian de trino, en mi buhardilla el búho se lo hace con la ardilla…
La noche ha vencido, Belcebú lanzará a sus sátiras con bolso a las avenidas, acrónimos, entre sombras, más difícil lo tendrá la policía. Más fácil el anónimo. La noche tiende su telón, matando al día… que yace inerme, sólido.


Fosfóricos hogares se ven, mientras una náyade pulsa en la lira mi canción preferida, presurosos los elfos cantan en coro la melodía, sueltan serpentina, tréboles y púrpuras cintas. Danzan bailarinas sobre pavimentos de plata. Y de diamante lucen sus pezones las más bellas. Puntos de acuarela. Musas de un día. Amantes Ninfas de mis desvelos. Heroínas de la baba del deseo y la pasión. Damas del sexo. Flores del bien.