Preso de la
noche, mi alma completamente libertina goza de una anarquía total rozando lo
pernicioso, pero es que soy un búho, no un hombre, por mucho que se empeñen en borrarme
ese estigma grabado a golpes de fuego. Y por aquí ando, leyendo proverbios y
escuchando blues relajante; dejado de la mano de Dios y empapándome de noticias
del facebook. Pero yo sólo pienso en ella, en mi Musa, en mi Dulcinea, en mi
Ofelia, en mi Julieta, en mi Amor... en Ruth. ¿Qué estará haciendo mi ángel ahora?
¿Se hallará cuidando desvalidos en el Parnaso? ¿Habitará en su hogar? Solamente
anhelo verla y que me sonría para inyectarme vida; necesito su vida para
llenarme de néctar de Dios; oír su voz para que los violines del Mundo giren en
mis oídos hasta sentirme de nuevo vivo; sus gafas que me saquen del los avernos
para vernos, y que mis miradas le toquen y le acaricien el Iris, los pómulos,
los labios, hasta las palabras para que me expulse de la Gehena en que ahora
sueño con ella.
Aunque me cueste sangre, prometo que te he de
ver, Ruth, pues toda mi sangre es la apuesta por tu alma, amor, y mi plasma no
es sino la limosna por tu bello cuerpo, mi ternura infinita del corazón, diástole
de mi pensar, no sé cuando ha de llegar, princesa, fecha esa que ya está cerca
y será especial, querubines habrán de cantar y diosas pulsar la lira, mi bella
divina, en todos los tonos que el firmamento ofrezca a los humanos, estelas púrpuras
y silfos dorados, azulinas brisas en tus mejillas y rojo pasión por tus
sonrisas, tu piel de miel purísima, y por cada parpadeo un surtidor de flores
de mil colores, que viniese a llover sobre nuestros cuerpos henchidos de alegría
y purpurina, miríadas de pájaros centelleando verdes, morados, amarillos... Y
el Sol abriéndose en gajos para ambos en un amanecer jamás visto por humanos.
Eres el mayor de mis deseos, la Diosa que me
colma de felicidad, un amor sin precedentes, esa musa que es mi aliento al
respirar.
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